"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

Gabriel García Márquez

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lunes, 24 de noviembre de 2014

Tres meses en crisis / Columna

De medios y otros demonios

Tres meses en crisis

J. Israel Martínez Macedo

La comunicación en los casos Ayotzinapa y "Casa Blanca" ha sido tema de las últimas semanas por el pésimo manejo de la crisis arrojando como resultado el impacto negativo y a la baja de la reputación del Presidente en el ámbito internacional y el desgaste (innecesario) de la imagen de la primera dama.
En el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa es evidente que Presidencia hizo exceso de confianza. No fueron capaces de notar que el asunto de Tlatlaya había puesto los ojos del mundo en el país para observar la situación de los derechos humanos.
La decisión de contener la información generó grandes vacíos en los distintos canales de comunicación, vacíos que fueron cubiertos con desinformación, medias verdades, mentiras completas y múltiples versiones de los hechos que terminaron por enrarecer aún más la situación.
En ese contexto llegó la investigación sobre la llamada "Casa Blanca". Un trabajo que dejó cabos sueltos y que el equipo de Presidencia no supo leer y aprovechar, poniendo a Angélica Rivera, esposa del Presidente, "en bandeja de plata" para ser la comidilla mediática.
En medio de la crisis, a nadie se le ocurrió pensar que Sofía Castro, hija del primer matrimonio de Angélica Rivera, al dedicarse al mundo del espectáculo, se convierte en una figura pública que tendrá que responder entrevistas en los eventos a los que asista; resultado: otro golpe a la reputación de la familia presidencial.
Tres meses han transcurrido desde los lamentables hechos de Iguala. Noventa días sin una sola respuesta correcta del gobierno federal en materia de comunicación y una actuación que da evidencias de que, aún ahora, no se entiende del todo la dimensión del problema.
El tema de Ayotzinapa da indicios de pasar a una etapa de costumbrismo. El grupo Calle 13 ya hasta comercializa playeras en sus conciertos mientras que los políticos de oposición empiezan a utilizar el asunto como herramienta de golpeteo contra el gobierno.
El pésimo manejo mediático ha hecho, incluso, que las izquierdas (grupo político en el que se originó el problema de Guerrero) ahora use el tema para para responsabilizar al gobierno de lo que pasa.
Los resultados saltan a la vista. El intento de dos años para posicionar a Peña Nieto como un gobernante vanguardista en el ámbito internacional por sus reformas estructurales se vino abajo en estos tres meses ante la impericia.
La reconstrucción no será fácil y requerirá de una habilidad aún no exhibida por el equipo de comunicación de Presidencia y sus correspondientes asesores.
Por cierto. Ante todo este caos interno en el país ¿alguien sabe si aún hay secretario de Gobernación? Porque el que había anda muy omiso respecto de la violencia y las marchas o ¿no?

Twitter: @Mega_J_Israel_M
israel.martinez@milenio.com

lunes, 17 de noviembre de 2014

¡Justicia! / Columna

De medios y otros demonios

¡Justicia!

J. Israel Martínez Macedo

Pasan los días y el malestar no pasa, la sensación de hartazgo no mengua, el sentimiento de desamparo crece y, tristemente, las caras llenas de furia, rencor y deseos de venganza disfrazada de justicia se multiplican exponencialmente.
El alcance mediático de la información presenta un panorama cada vez más polarizado. Las manifestaciones aumentan en cuanto a numero pero también en intensidad; la intolerancia de ambos bandos (los que defienden al gobierno y los que lo atacan) censura la posibilidad de opiniones intermedias que suelen ser consideradas como partidarias del otro bando.
La verdad sea dicha: en este panorama de crispación, de conflicto cotidiano, no hay mucho espacio para la verdad y todo se centra en las versiones de uno y otro que, por obviedad, son aplaudidas por los respectivos seguidores y descalificadas por los correspondientes rivales.
Lo que se observa es una situación de caos en la que los antigubernamentalistas marchan, gritan, amenazan, insultan, golpean, queman, delinquen y lo hacen en total impunidad, igualmente legal que política y social mientras que los progubernamentales descalifican, insultan, agreden, minimizan y se hacen omisos.
En el extranjero las manifestaciones son amplias pero similares en cuanto quienes lo hacen: mexicanos que tuvieron la posibilidad de salir del país por estudios, trabajo o paseo, que aprovechan para juntarse en grupos de 20 o 30 personas (normalmente jóvenes de clase alta) con pancartas contra el gobierno.
Lo de hoy es reaccionar sin reflexionar, sin pensar, desde lo mas profundo de la víscera, emitir un juicio fácil y rápido para no dar pie a la consciencia, para actuar como lo que normalmente somos: masa. Una masa amorfa, ingente, impaciente e impensante, carne de cañón para los bandos en pugna.
Los hechos están y siempre estarán ahí queramos verlos o no. Ayotzinapa es un polvorín de verdades a medias y mentiras completas tanto de los defensores de gobierno como de sus detractores.
En este momento ya no se trata de 43 estudiantes que salieron una tarde de su escuela para ir a robar autobuses y luego fueron detenidos, secuestrados y presuntamente asesinados por miembros de la delincuencia organizada que habían logrado infiltrarse en los círculos del poder.
Se trata de nosotros, del mexicano que somos cada uno, de lo que nos estamos convirtiendo a partir de esta experiencia, de lo queramos convertirnos luego de ella.
La exigencia de justicia es, más que nunca, una necesidad: es justo saber lo que pasó en Iguala, es justo acusar a los responsables y exculpar a quienes no han tenido nada que ver, es justo que quienes piden respeto y paz sean respetados en su petición. Justicia, es lo que todos queremos.

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lunes, 10 de noviembre de 2014

Tristeza profunda / Columna

De medios y otros demonios

Tristeza profunda

J. Israel Martínez Macedo

Indignación, coraje, rabia, decepción. Son solo algunas de las palabras que se repitieron una y otra vez este viernes en las distintas redes sociales de México. El anuncio hecho por el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam sobre el destino de los 43 estudiantes de Ayotzinapa raya en el insulto a la inteligencia.
Las incongruencias de la versión oficial son demasiadas y absurdas, parecen uno más de esos montajes armados así como para dar carpetazo al tema y dejar que las cosas “se enfríen” para pasar a la siguiente desgracia nacional.
Es indignante la forma en la que el titular de la PGR toma las cosas: desgarbado, recargándose de manera informal sobre el atril como si estuviera en una cantina platicándole a sus amigos de juerga algún chiste o una historia más del trabajo; sin respeto y alcanzando a decir, no tan fuera del micrófono, el tristemente célebre “ya me cansé”.
¿Cómo no enojarse ante tal displicencia? ¿Cómo no enfurecerse y sentir identidad con los padres de los jóvenes desaparecidos si prácticamente es el mismo trato que da cualquier agente del Ministerio Público del país cuando intenta explicar a las víctimas los resultados de su “sesuda” investigación?
Se voltea entonces a la sociedad y ¿qué ocurre? Cobardes encapuchados prenden fuego a las puertas de Palacio Nacional. Grupos de choque (no se entiende que ciudadanos que se manifiestan libremente anden cargando gasolina “para lo que se pueda ofrecer” ¿no?) que solo buscan magnificar lo evidente: la impotencia, incapacidad o desinterés del gobierno federal; es decir, lo de siempre.
Mientras las puertas del Palacio Nacional ardían, propagandistas que se hacen pasar por pseudoreporteros se apuraban a tuitear argumentos en defensa de estos grupos; diciendo que había cosas raras en su actuar y tratando de insinuar que podrían ser “infiltrados”.
Desolación absoluta.
De un lado: un gobierno impotente, incapaz o indiferente (que para el caso da exactamente la misma cosa). Del otro: una sociedad confundida, aturdida, manipulada, fastidiada y menospreciada, cuyas causas son descontextualizadas y utilizadas para los más bajos fines políticos (lo de siempre).
¿Qué nos queda? ¿Hacía dónde hacernos ante un cúmulo de personas que no quieren justicia sino venganza? ¿En quién refugiarnos si quienes deberían protegernos están más ocupados en convencerse de que las cosas no son como parecen y que se trata de un asunto efímero?
Combatir violencia con violencia nos ha traído al México que somos hoy, al que nos hemos convertido. Y parece que aún no hemos aprendido que hay otras formas y otros caminos. Hay razones para estar tristes, más que las evidentes.

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lunes, 3 de noviembre de 2014

Un día de sinsentido / Columna

De medios y otros demonios

Un día de sinsentido

J. Israel Martínez Macedo

Este día no encuentro sentido a lo que pasa y tengo la sensación que no soy el único en pensarlo. Con honestidad debo decir que escribir la columna de hoy ha sido más difícil que cualquier otra cosa en el tiempo que llevo escribiendo para los medios.
Normalmente tengo claro el panorama de mi perspectiva y encuentro el modo de reflejarlo en un texto que cumpla con la calidad para ser publicado. Pero no hoy.
Quienes han leído estas líneas los últimos años saben que evito siempre hablar en primera persona; que me mantengo al margen de intentar, siquiera, emitir un juicio solo porque se trate de una creencia o una convicción sin mayor sustento que eso y que incluso he cuestionado temas en los que tenía o tuve fe ciega.
Es que solo no encuentro la lógica que impera en el pensamiento del mexicano, es más, en este momento ni siquiera me atrevería a asegurar que exista tal cosa como “una lógica del pensamiento mexicano”.
Entro a las redes sociales y veo personas que se sorprenden porque en las manifestaciones de estudiantes de Hong Kong los jóvenes hacen tarea, recogen la basura que tiran y dejan mensajes a las personas pidiendo disculpas por las molestias ocasionadas.
Descubro que las mismas personas comentan en sus espacios que esos jóvenes son ejemplo a seguir, que eso es una manifestación democrática y que se debería aprender en México pero después aplauden cual fanes la decisión de los universitarios mexicanos de irse a paro nacional por 72 horas. ¿Dónde está la lógica aquí?
Pienso, con plena convicción, que el Estado mexicano debe responder por los hechos de Iguala. Lo hago con la misma convicción con la que pienso que la sociedad mexicana debe dejarse de mojigaterías y asumir su responsabilidad no solo por esos hechos sino por todo lo que pasa en nuestro país.
Simplemente no hallo cómo es que el suspender clases en las universidades va a servir de algo, ya no digamos en el caso Ayotzinapa, sino para un fin superior que sería el bienestar de México.
¿En serio son nuestros universitarios tan inocentes —me debato en usar aquí la palabra ingenuos— como para pensar que un gobierno tan indolente como el nuestro (no solo de esta administración sino de todas) tendrá alguna preocupación de que se paren la escuelas tres días cuando no lo ha hecho ante la evidencia de la situación nacional?
Me niego a pensar que mi papel en la sociedad se limita a exigirle a otro que haga lo que yo no estoy dispuesto hacer, sin ofrecer soluciones ni salidas, sin reflexionar sobre lo que pasa y solo reducirme al regocijo cuando nada funcione para poder decir: lo sabía y se los dije. No me siento tan mezquino.
Solo es que este día no encuentro sentido a lo que pasa y tengo la sensación que no soy el único en pensarlo.

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"Silencio Forzado" Documental de Article 19 sobre la situación del periodismo en México

Documental El Tunel (Completo)

PRESUNTO CULPABLE (completa)