"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

Gabriel García Márquez

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lunes, 27 de octubre de 2014

México: ¿Cuándo nos perdimos? / Columna

De medios y otros demonios

México: ¿Cuándo nos perdimos?

J. Israel Martínez Macedo

El secuestro de los 43 de Ayotzinapa abre la reflexión para muchas cosas que están pasando en el país; las manifestaciones siguientes a este hecho han trasladado el asunto a un tema más profundo: ¿Qué pasa con nuestra sociedad?
El cuestionamiento toca lo más hondo del entramado social. ¿En qué momento nos perdimos? ¿Cuándo dejamos de pensar que 43 vidas no valían ser reclamadas? ¿Cuándo comenzamos a apoyar al delincuente solo para dejar salir nuestro odio contra el gobierno?
Tal parece que la nación mexicana ha desaparecido, se desintegró en algún momento y no nos dimos cuenta ni cuándo. Se nos esfumó de las manos sin notarlo y vivimos la consecuencia de ello.
Antaño un sinónimo de delincuente era “inadaptado social”. ¿Cuándo los adaptamos a la sociedad? O ¿acaso la sociedad se está adaptando a ellos? ¿Cuándo nos permitimos convivir con ellos? Más aún ¿cuándo nos permitimos convertirnos en ellos? ¿De verdad los buenos somos más?… ¿En serio somos buenos?
¿Por qué nos acostumbramos a los asesinatos ya tan cotidianos? ¿Bajo qué circunstancias resolvimos que la culpa de todo la tiene el gobierno? Y ¿qué nos hizo pensar que la solución de todo la debe tener el gobierno?
¿Cómo permitimos que la delincuencia conviva con la sociedad? ¿Cómo hacemos para vivir tranquilos observando que alguien delinque y callando? ¿Cuándo nos inundó el miedo a grado tal que preferimos mirar hacia otro lado en lugar de ayudar a alguien?
México requiere una revolución; pero no esa que reclaman los anarquistas, sinarquistas, izquierdistas o cualquier otro “ista”. No lograremos nada confrontándonos unos con otros solo porque tenemos miedo o pensamos que todo está mal y que alguien más debe solucionarlo.
Hay ejemplos conocidos, no son muchos pero existen. La India de Gandhi logró su independencia de manera pacífica; la Sudáfrica de Mandela terminó con el apartheid y además conformó una nación que olvidara los rencores.
No va a ser fácil pero tenemos que empezar, cada uno, a hacer lo correcto; a dejar de justificar lo que hacemos mal y comenzar a hacer lo que sabemos que está bien. Alejémonos de aquellos que actúan contra la sociedad (porque en cada comunidad todos sabemos quiénes son) que sean, de nueva cuenta, inadaptados.
Demostrémosles que no estamos de acuerdo con lo que hacen, que no creemos en la violencia como mecanismo para “arreglar” las cosas porque sabemos que, en realidad, las descomponen más.
Termino con tres frases para invitar a la acción. Gandhi: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”, “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. Einstein: “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.

Twitter: @Mega_J_Israel_M
israel.martinez@milenio.com

lunes, 20 de octubre de 2014

Iguala / Columna

De medios y otros demonios

Iguala

J. Israel Martínez Macedo

La inseguridad en el país se ha convertido un tema tan común en México que quizá por ello es que el gobierno no reaccionó a tiempo cuando, en Iguala, miembros de la delincuencia organizada infiltrados en la policía local mataron a seis estudiantes normalistas y jugadores de futbol.
En este país, la muerte de los jóvenes estudiantes y la desaparición de 43 de sus compañeros fue una nota más sobre los daños causados por los grupos criminales que atemorizan a la sociedad con base en el uso de la fuerza y la violencia.
Se necesitó que la prensa extranjera tomara interés en el caso para que en México las ONG, los políticos y los propios medios del país recuperaran la capacidad de asombro en estos asuntos y le dieran la atención que merece para la sociedad.
El caso del presunto fusilamiento de integrantes de una célula delictiva por parte de militares que rescataron a una víctima de secuestro (que después los acusaría de dicha acción) en Tlatlaya, hizo que los ojos de la prensa extranjera se centraran en lo que pasa en nuestro país.
El gobierno federal no supo cómo reaccionar, la acción visible siguió los estándares contención de crisis de los 80 y 90 que indican que la información se debe neutralizar y ocultar; esquemas que no son aplicables para una sociedad integrada (a su modo) a los hipermedios.
La información fluyó libremente en las redes sociales y medios internacionales, en parte porque la comunicación gubernamental fue escasa y confusa; ello impactó en su confiabilidad y al dejar de ser confiable se abrieron paso las búsquedas de lo que sea que pudiera ser publicable.
Al mismo tiempo, los actores políticos (partidos o individuos) se apresuraron no por atender la situación sino por deslindarse lo más pronto posible (unos) o por aprovechar el momento y sacar raja para sus fines personales o de grupo (otros).
Así la llamada sociedad civil se movilizó para exigir atención y justicia sin dar muestras de entender quién exactamente es responsable de los hechos del 26 y 27 de septiembre.
Las ONG e instituciones de derechos humanos se apresuraron a denunciar lo evidente: las carencias que hay en México en este tema han alcanzado niveles insospechados.
La politización abonó a la confusión. Todos, más interesados en no ser acusados o vinculados con los hechos, se enfocaron en mantener la idea de que el gobierno es el responsable único y exclusivo sin asumir ningún tipo de responsabilidad por ello.
La pésima gestión de crisis, la tergiversación de partidos y actores políticos, el encono tradicional contra todo lo que huela a gobierno y la imposibilidad de encontrar a los 43 estudiantes desaparecidos, son ingredientes de una mezcla muy peligrosa y explosiva que sigue creciendo sin control.

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lunes, 13 de octubre de 2014

Tlatlaya e Iguala / Columna

De medios y otros demonios

Tlatlaya e Iguala

J. Israel Martínez Macedo

Lo más fácil sería recurrir a la descalificación, a decir que el gobierno es todo menos un buen gobierno, a señalar culpables para ganar seguidores y dármelas de intelectual o hasta hacer creer que mi voz es "la voz del pueblo" pero ese lugar común ya está muy visitado por tantos otros en esta semana.
Ríos de tinta han corrido para señalar lo obvio: la responsabilidad gubernamental en los casos Tlatlaya e Iguala. Pero ¿Qué hacía y qué hace la sociedad mexicana en estos casos?
En Tlatlaya la llamada sociedad civil se dejó ir contra los militares tras la acusación de una anónima "Julia" de haber fusilado a 22 secuestradores (aquí no cabe la presunción de culpa porque la misma acusadora, se supone, era víctima de ese delito).
Sin más pruebas que su sentido común y sin haber nunca pisado ese territorio mexiquense, los "expertos" y multiopinadores saltaron a la palestra para rasgarse las vestiduras y señalar a los militares de abusos y la reacción del gobierno fue sancionarlos inmediatamente sin más prueba que esa anónima acusación y los "peritajes" mediáticos que juzgaron y sentenciaron a los militares.
Nadie salió en su defensa más que sus familias, nadie cuestionó que se les esté juzgando dos veces por una misma presunción de culpa (se les sigue investigación en el fuero militar y en el civil), nadie hace notar que eso pone en desventaja a nuestras fuerzas armadas pues los delincuentes son llevados ante una autoridad corrupta o inepta que por una razón o la otra los deja en libertad poniendo en riesgo no solo a policías y militares sino a sus familias.
Iguala es otro asunto muy similar. Miembros del grupo criminal autodenominado "Guerreros Unidos", infiltrados en la policía municipal asesinaron a jóvenes estudiantes de la normal de Ayotzinapa y a futbolistas.
De nueva cuenta la opinión pública practicó el deporte nacional acusando al gobierno de todo, y no es que no tenga responsabilidad pero ¿y la sociedad? Se limita a la acusación pero no denuncia la delincuencia y se vuelve permisiva.
En Iguala fue la delincuencia quien asesinó a los estudiantes, son los "Guerreros Unidos" quienes exigen la liberación de sus compañeros que, usurpando funciones policiacas, actuaron en contra de la sociedad.
Exijamos justicia pero empecemos por nosotros mismos, exijamos no violar la ley y respetémosla sin andar buscando pretextos absurdos para seguir incumpliendo con nuestra parte.
Exijamos que el gobierno erradique a los delincuentes y apoyemos a quienes luchan por nosotros y, eso sí, veamos que lo hagan conforme a derecho. Ya basta del lugar común y la crítica fácil y reconozcamos que como sociedad hemos sido permisivos con la delincuencia y lo que estamos viendo es resultado de ello.

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lunes, 6 de octubre de 2014

La ONU y el Teletón / Columna

De medios y otros demonios

La ONU y el Teletón

J. Israel Martínez Macedo

El comité de expertos de la ONU, reunidos en Ginebra, Suiza, urgió al gobierno mexicano a no entregar recursos públicos destinados a la rehabilitación de las personas con discapacidad a una organización privada como Teletón. La nota se volvió viral en un día en que las noticias no suelen ser el tema más relevante en redes sociales.
El reporte advierte de manera directa que existe preocupación por la manera en que Teletón contribuye a reforzar los estigmas sobre la discapacidad ya que su campaña "promueve estereotipos de las personas con discapacidad como sujetos de caridad".
No es una más de las polémicas respecto al Teletón, sus detractores acusan que esta organización realiza donaciones a nombre de la empresa Televisa, a la que pertenece, reduciendo así el pago de sus impuestos.
También se le acusa de comerciar con el dolor de las personas que acuden a solicitar sus servicios de rehabilitación, dramatizando sus historias para presentar mejorar su imagen institucional y convencer a la gente de seguir "donando" para ayudar a los discapacitados (principalmente niños).
En contraparte sus defensores aseguran que Teletón hace un gran esfuerzo para rehabilitar a personas que, de otro modo, no tendrían la posibilidad de recibir ese servicio. Y es ahí donde la ONU puso el dedo sobre la yaga.
Se ha generado un círculo vicioso que no se había percibido por parte de los mexicanos: el gobierno da recursos a Teletón para atender a los discapacitados porque es el organismo que cuenta con la infraestructura para brindar ese servicio pero, al mismo tiempo, se desentiende de la atención a dicho sector porque no tiene recursos ni infraestructura para hacerlo.
No nos engañemos: los gobiernos entregan recursos a Teletón porque les limpia la cara, le hace ver como interesados en la ciudadanía y, de paso, quedan bien con la empresa que se erige como el monstruo de la imagen pública; uno de varios tributos al gran patriarca televisivo para que informe lo que a cada gobierno le convenga.
Teletón se ha convertido en un elefante blanco: gasta recursos públicos pero a nadie le informa sobre su aplicación, es decir, hace uso discrecional de los recursos del Estado sin que nadie le pueda decir nada. Es más ¿paga impuestos? Sin duda se vislumbra un cambio en la percepción pública de la imagen que pueden tener las donaciones gubernamentales a Teletón.
Justo o no, benéfico o perjudicial; es urgente hacer una supervisión al dinero que Teletón ha recibido pero más necesario aún es la revisión y el debate respecto a si los gobiernos deben estar solventando acciones privadas (sean las que sean) con recursos públicos. En lo personal me parece que no.

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"Silencio Forzado" Documental de Article 19 sobre la situación del periodismo en México

Documental El Tunel (Completo)

PRESUNTO CULPABLE (completa)