Reconocer despenalizando / Columna

De medios y otros demonios

Reconocer despenalizando

J. Israel Martínez Macedo

La Legislatura local aprobó el día de ayer la despenalización de los delitos de difamación y calumnias; la medida suele ser tomada en cuenta como un avance en materia de libertad de expresión y aplaudida rápidamente por las diferentes asociaciones periodísticas como una forma tratar de generar la imagen de que están interesadas en este tema.
No obstante esta simulación, la realidad es que la medida sigue siendo una concesión para tratar de agradar al sector periodístico sin que exista detrás de ello una precisa reflexión sobre lo que socialmente significa la aprobación de esta reforma.
En primer lugar, el argumento base para eliminar este tipo de delitos es que son acusaciones que se utilizan para acallar voces críticas por parte de políticos corruptos que sólo buscan venganza contra los opinadores críticos que denuncian sus operaciones “por debajo de la mesa”.
Despenalizar los delitos bajo ese argumento no es otra cosa más que el reconocimiento tácito del Ejecutivo (quien fue el que presentó la iniciativa el lunes 23 de abril pasado) y del Legislativo que efectivamente esa conducta es una práctica que ocurre en el Estado de México, dicho de otro modo, reconocen que los políticos y funcionarios corruptos usan la ley para vengarse de los periodistas.
La despenalización de la difamación y la calumnia como medida de protección a los periodistas es aceptar que los políticos y servidores públicos del Estado de México son un peligro, no sólo para los periodistas sino también para la libertad de expresión.
Quizás lo sean, las mediciones en materia de agresiones a periodistas y medios indican que los que más incurren en esta práctica son los políticos y funcionarios, sobre todo los de nivel municipal y estatal; no es la delincuencia organizada ni la delincuencia común, son los hombres y mujeres que nos gobiernan y en cuyas manos dejamos el deber de nuestra protección.
En concreto, el mensaje que envían el Ejecutivo y los diputados es que en el Estado de México es necesario proteger a los reporteros y periodistas de los políticos y servidores públicos que tratan de cobrar venganza por exponer sus cochupos y negocios bajo el cobijo de su cargo.
Ahora los reporteros no serán encarcelados por el ejercicio de su función sino que las represalias tendrán que ser asunto de un juicio civil (por la vía legal) y quién sabe qué cosas (por la vía ilegal).
Seguramente llegará el aplauso fácil y el agradecimiento pueril a la medida, pero en realidad no abona en nada al ejercicio de la profesión, lo que tenía que decirse era dicho, ello exigía un mayor nivel profesional para comprobar los dichos; habrá que ver cómo afecta la medida al gremio pero eso sólo el tiempo lo develará.

Twitter: @Mega_J_Israel_M
israel.martinez@milenio.com

Me niego a votar en 2009 / Columna

De medios y otros demonios

Me niego a votar en 2009

J. Israel Martínez Macedo

En el transcurso de las últimas semanas hemos sido testigos en el Estado de México de la preparación de una gran obra que no tiene símil en el país desde que se había logrado la ciudadanización de los órganos electorales en México, es lo que podríamos llamar, con el perdón de García Márquez: la crónica de un descrédito anunciado.
Y ha sido así: con la lectura diaria y cotidiana de los anuncios hechos por la Legislatura local, por la decisión de desintegrar -aún sin justificación lógica, clara y contundente- un Consejo que entró de relevo y que salvó una elección que, se temía, sería un total y rotundo fracaso.
Lejos del periodo electoral fueron cuestionados sobre su permanencia en el organismo, a pesar de eso lograron reducir costos y reinvirtieron ese dinero en la profesionalización de un Instituto que se transforma una vez más, aunque ahora en sucursal de los partidos políticos -el que usted quiera tricolor, blanquiazul, aurinegro, naranja, verde, morado o el color que sea; da igual-.
No es más, y por tiempo indefinido, un órgano ciudadano.
Hoy más que nunca para poder participar en la política, aún en cuestiones electorales, debe el aspirante pertenecer a un coto de poder, jugar su juego y acostumbrarse a él para perpetuarlo hasta el cansancio.
Curiosamente previo a la elección anterior ocurrió lo mismo: consejeros “ciudadanos” -entrecomillo porque hoy se encuentran amparados bajo las ínfulas de algún poder o partido- hicieron (porque lo ejecutaron después de todo) del Instituto Electoral un negocio. Fueron detectados y eso les costó el puesto a ellos y a sus compañeros, que si bien no participaron en la turbia negociación con Cartonera Plástica, tampoco actuaron decididamente para sancionarla. En la omisión llevaron la penitencia.
Nuevamente previo a una elección se enturbia el ambiente de la manera más burda y soez -lo que no puede ser entendido de otra forma que un insulto a la inteligencia de cualquier votante-, se enloda un proceso que aún no arranca, los partidos ocupan el lugar de los ciudadanos y hacen evidentes sus negociaciones por debajo de la mesa.
Ninguno respinga, nadie se queja, sólo se amedrentan unos a otros para ver qué pueden obtener para sí. Los partidos orquestan el golpe y los restantes guardan el silencio de la complicidad, de la colusión, de la conformidad.
Y en el hastío del engaño, de la farsa, de la impostura… del cinismo; es ahí donde no queda más remedio que tomar la única opción ciudadana que dejan como rescoldo de un derecho usurpado y mancillado: Me niego a votar por ellos.
Me resisto a ser parte de un juego político del que sólo interesamos como legitimadores de sus “amarres” -carne de cañón, pues-. El domingo 5 de julio de 2009 me apersonaré en la casilla que me corresponde, tomaré mis papeletas, las cancelaré con dos rayas paralelas de arriba abajo como muestra de mi desaprobación a todos por igual, doblaré las hojas, las introduciré en la urna correspondiente y dejaré que me entinten el dedo y marquen mi credencial de elector. No permitiré que me roben, también, mi derecho a votar.

israel.martinez@milenio.com