"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

Gabriel García Márquez

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lunes, 30 de agosto de 2010

Las palabras se las lleva el viento / Columna

De medios y otros demonios


Las palabras se las lleva el viento


J. Israel Martínez Macedo


Esta semana los medios de información mexicanos concentraron presentaron, básicamente, cuatro temas a los que estuvieron muy atentos: discriminación (bodas gay y adopciones), migración, atentados por todo el territorio nacional e inundaciones y lluvias.

Por su parte el gobierno federal comenzó con su campaña promocional para el informe de gobierno de Felipe Calderón, estrategia que ha llamado la atención sobre todo por una llamada telefónica que se recibe en los hogares y a través de la cual, si se tiene paciencia, se escucha al Presidente de la República hablarle de tú al ciudadano para contarle los beneficios y crecimiento del sistema de salud federal y las cifras oficiales del seguro popular.

Pareciera que mientras el país vive una realidad de violencia, discriminación, falta de oportunidades, vulnerabilidad a los cambios climáticos, impunidad y varios etcéteras; el gobierno federal maneja otra prioridad en la agenda sea cual sea ésta.

Será interesante esperar a ver qué es lo que Presidencia de la República nos dirá sobre la lucha a la delincuencia en este año; es muy probable que para esta edición no haya información respecto a ese tenor y que en caso de que la haya será uno de esos tantos comerciales en los que nos muestran detenciones y uniformados pero cero resultados.

El hecho es que cuando uno ve los noticieros u hojea los periódicos se va dando cuenta de que los políticos están completamente distantes de las necesidades de la gente que, lamentablemente, parece acostumbrarse a no esperar de los políticos algo más allá.

La brecha entre ciudadanos y políticos se percibe cada vez más ancha y no se le ve cómo pueda reducirse, de entrada, porque no se nota el más mínimo interés para hacerlo. Para colmo, muchos de los diputados locales y federales están tan ensimismados en sus grillas que no se han dado el tiempo para visitar sus comunidades.

Claro, como suele ocurrir, lo harán en el periodo electoral; aunque alguno de esos asesores “que no cobran sin trabajar” debería recordarle la cantidad de casos de políticos que han querido jugar a eso y terminan desempleados o jugándole al trapecista para agarrar hueso.

Es cierto que se acercan las elecciones para gobernador en la entidad y que eso altera todo el escenario político, sobre todo porque hasta el momento no se ha querido soltar prenda de la estrategia y prácticamente cada analista da por bueno a uno u otro candidato; lo que hace que todos se concentren en una sola cosa, la política.

Funcionarios y autoridades olvidan que, si bien el proceso se acerca, serán juzgados por sus acciones más allá que por sus dichos; los votantes son ahora más observadores y juzgan con severidad a sus representantes.

Quizá por eso es que los llamados durante los discursos oficiales del gobierno estatal se centran en estarles recordando que deben dar resultados y no se distraigan en los golpeteos internos que, además, debilitan a las respectivas estructuras.

Poner atención a las necesidades de la gente no sólo es un beneficio político es su obligación, para eso se les elige y deben responder, así lo entiende la gente y así se los hará saber en las urnas, los comerciales, anuncios y estrategias de publicidad de poco o nada ayudarán si no hay una base en qué sustentarla. ¿La tienen?


israel.martinez@milenio.com

lunes, 23 de agosto de 2010

El juego de informar sin informar / Columna

De medios y otros demonios


El juego de informar sin informar


J. Israel Martínez Macedo


Dicen los que saben que en política el manejo de la información se vuelve crucial para llevar a buen puerto: planes, estrategias, campañas y todo aquello cuanto se desee realizar. Quizá por eso algunos políticos y/o encargados de comunicación social malentienden este punto y optan por no informar para evitarse “riesgos innecesarios”.

Estos personajes entienden que manejar correctamente la información de su área significa no dar acceso, bloquear, impedir que alguien -reportero o no- pueda llegar a obtener datos, cifras, o comentarios que puedan poner suponer riesgos de algún tipo. Nada más equivocado.

Bloquear el acceso no es lo mismo que tener el control de la información; de hecho, es el primer paso para el descontrol porque siempre, indudablemente y con buenas artes, la filtración aparece desmontando todo el mecanismo creado artificiosamente para ese fin.

Un ejemplo de manejo informativo lo dieron los encargados de comunicación social de varios municipios. Lejos de informar a la ciudadanía (a veces hasta con varias semanas de anticipación) que se llevarían a cabo los respectivos informes de gobierno locales; los jefes de prensa optaron por no hacerlo.

Si se percató del hecho: no hubo el asalto a la radio, la televisión y los medios impresos avisando que “tal fecha del mes de agosto el presidente municipal Fulano de Tal rendirá su informe de gobierno con la presencia del gobernador y el Cabildo en pleno”; si acaso, el mismo día del evento un aviso en un impreso o alguna mención en uno o dos electrónicos, no más.

No se trata sólo de un asunto de austeridad republicana; es un simple cambio de estrategia motivado por el control de la información para evitar que ésta se vuelva en su contra, digamos: ¿para qué avisarle a una posible manifestación qué día y a qué hora sería el idea para presentarse en el palacio municipal o la sede del informe?

Repito: no es un asunto de austeridad, los anuncios comenzaron a presentarse pasado los informes, claro, con imágenes del funcionario o funcionaria en cuestión dando cifras alegres triunfos de relumbrón con una fecha de caducidad no superior a la de su estancia en la administración; porras y aplausos, acompañadas de imágenes sobre lo padrísimo que es vivir en esos municipios.

Claro que no necesariamente tiene qué ver con la realidad, pero por lo pronto les permite tener un poco el control de lo que se informa y cuando se informa. No se puede esperar que ese mecanismo se vaya a utilizar el mes entrante para el respectivo ejercicio por parte del mandatario estatal; esa campaña es distinta.

El control dista mucho del bloqueo, se trata más de una administración de aquello que se va a decir, cómo se va decir, quién lo va a decir y cuándo lo va a decir, no es sólo cerrar las puertas y ya, eso sólo incentiva a buscar y sospechar, y tradicionalmente el que busca encuentra.

Los informes ocurrieron sin ocurrir: comentarios aquí o allá pero lejos de la opinión de la gente para quienes fue más interesante un partido de futbol o una telenovela; parece que en el nuevo esquema se olvidó incluir el desinterés ciudadano, aunque en contra parte, siendo muy mal pensados, podríamos creer que esa era la intención pero nuestros políticos no operan así ¿o alguien opina lo contrario?


israel.martinez@milenio.com

lunes, 16 de agosto de 2010

El riesgo de legislar al vapor sobre periodismo / Columna

De medios y otros demonios

El riesgo de legislar al vapor sobre periodismo

J. Israel Martínez Macedo

El pasado viernes 13 de agosto mi compañera Diana Mancilla informó “Sin Titubeos” sobre la iniciativa de decreto que enviará el gobierno estatal para adicionar un Título Sexto al Código Penal del Estado de México y un párrafo al artículo 345 del Código de Procedimientos Penales de la entidad.
Es encomiable la intención del gobierno mexiquense para atender la demanda de protección a los periodistas aprovechando un momento coyuntural en el que la atención está puesta sobre el tema. También sería necesario aquí reconocer la intención de legisladores federales priistas y panistas que aprovecharon el momento para acusarse entre sí de tener congeladas las iniciativas correspondientes en el Congreso federal.
El problema con estas bondadosas intenciones no es sólo el interés político que cada actor tenga para anunciar, presentar y defender su respectiva propuesta; a final de cuentas no se puede esperar otra cosa de quienes buscan aprovechar cada oportunidad para sacar ventaja pero se debe tener cuidado en que, por eso, no se legisle al aventón y sin atender las posibles consecuencias.
Por ejemplo: una de las propuestas federales es la “Ley de Periodismo de Alto” Riesgo que define lo que es I. Periodista, II. Profesional de la información, III. Periodista de alto riesgo, IV. Periodismo de investigación y V. Libertad de expresión. Aparentemente una buena idea pero que al revisarla a detalle se observa lagunas en las definiciones que impiden un criterio certero al momento de aplicar la ley.
Además de ello indica que el periodista de alto riesgo deberá registrarse ante la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra Periodistas y contar con un seguro de vida sin especificar quién sustentará los gastos que esto representa.
No obstante el Capítulo III “Del Secreto Profesional” protege a todos los profesionales de la información para no divulgar sus fuentes, ni las de sus compañeros y cubre también las grabaciones, notas, documentos y en general cualquier soporte que pudiera poner en riesgo la identidad de sus fuentes.
Algo similar ocurre con la iniciativa de decreto del gobierno mexiquense. Como nos comenta Diana en su columna del viernes, el capítulo que se añadiría al Código Penal señala como “I. Actividad periodística: el ejercicio de buscar, recolectar, fotografiar, investigar, sintetizar, redactar, jerarquizar, editar, imprimir, divulgar, publicar o difundir informaciones, noticias, ideas u opiniones para conocimiento del público en general, a través de cualquier medio de comunicación, así como la distribución de éstas. Esta actividad puede realizarse por persona profesionista o no, de manera habitual o esporádica, remunerada o no y sin que necesariamente exista una relación laboral con un medio”.
En resumen: para esta iniciativa, cualquiera que publique por el medio que sea (blog, Twitter, Facebook, periódico, televisión, radio, volante, panfleto, gacetilla y hasta el encarte de precios del supermercado) realiza actividad periodística y será objeto del decreto.
Está bien si se quiere aprovechar el momento de coyuntura para sacar raja política, pero por lo menos que se haga correctamente. Ya que andan haciendo foros de todo, que diseñen uno de periodistas y especialistas para obtener una propuesta real, sólida, concreta y aplicable. Si van a hacer las cosas, que se hagan bien ¿no sería bueno así como para variar esta vez?

israel.martinez@milenio.com

lunes, 9 de agosto de 2010

¿Dónde perdimos el camino? / Columna

De medios y otros demonios


¿Dónde perdimos el camino?


J. Israel Martínez Macedo


El periodismo en México vive momentos de crisis, no sólo por la violencia que circunda el andar en la calle cubriendo los acontecimientos del día, también por la forma en la que los reporteros han perdido el respeto por una profesión que ha venido a menos en los últimos años.

¿Qué pasó?, ¿dónde perdimos el camino? Hace no muchos años no existían tantas escuelas de comunicación o periodismo, por lo que el oficio se aprendía de una sola forma: en las redacciones de los periódicos, estaciones de radio o canales de televisión.

Quien llegaba a solicitar una oportunidad en algún medio era considerado menos que nada, no era reportero ni redactor, corrector o editor. Si acaso comenzaba siendo un “Hueso”. El nombre era el grito que los reporteros lanzaban para avisarle a estos novatos que había un boletín que revolcar, una oportunidad para teclear la máquina y aprender a escribir.

El “Hueso” recibía, muchas veces, un trato agresivo; casi siempre, despectivo. Era el muchacho que iba a la tienda por las tortas o los cigarros, se le gritaba al momento de corregirle, se le rompían las hojas de lo que escribía justo en el rostro y se le exigía que lo hiciera de nuevo pero bien, no tenía voz en la redacción y si se atrevía a opinar simplemente era ignorado.

Parece cruel y vil, un trato que no cualquiera aguantaba pero si lo hacía, en algún momento, tendría la oportunidad de salir a la calle a buscar información y, con el tiempo, el derecho a ser considerado un reportero. Dicho de otro modo: ser considerado reportero era un derecho que debía ganarse.

La forma de aprender el oficio permitía, a quienes no tenían la actitud para este nivel de exigencia, abdicar a tiempo y dedicarse a otra cosa; quienes sobrevivían la experiencia salían a la calle listos para hacer valer su condición y luchar por un puesto de excelencia en su respectiva redacción y en el medio.

Contaban con mejor preparación porque sabían lo que se debe y lo que no se debe hacer al momento de reportear; tenían experiencia escribiendo en una máquina y redactando bajo la presión del tiempo.

Hoy los reporteros llegan a las redacciones vomitados de las escuelas por montones, creen saber lo que hacen porque se supone que se los enseñaron, enarbolan la bandera del nuevo periodismo aunque ni siquiera son capaces de manejar (ya no digamos dominar) el viejo; lo más lamentable: no respetan la profesión y hasta ven con malos ojos a quienes, formados en el estilo de la vieja guardia, tratan de hacerles notar su triste realidad.

En el colmo de los absurdos, los nuevos reporteros reclaman el derecho a ser tratados como reporteros porque egresaron de alguna universidad pero cuando se les exige que demuestren el nivel que dicen tener, lloriquean que sus jefes de redacción o información no se sientan a enseñarles lo que deben hacer ¿pues no se supone que ya lo saben?

Por eso los reporteros nuevos toleran los vicios, se les hace más fácil trabajar en grupo, llenar las páginas o los espacios informativos con declaraciones, no se animan a trabajar los género simplemente porque no saben cómo hacerlo y cuando lo intentan terminan entregando notas basura o, en el mejor de los casos, con información curiosa, que no periodística.

El periodismo moderno vive una severa crisis pero para salir de ella necesita repensarse, reinventarse, retomar aquello que funcionaba y mejorarlo. De lo contrario seguiremos viendo con tristeza cómo los reporteros se pierden en una inmensidad que, demuestran, no conocen.


israel.martinez@milenio.com

Leer esta columna en la página de Milenio.com

domingo, 8 de agosto de 2010

El día que los reporteros fueron la nota / Columna

De medios y otros demonios


El día que los reporteros fueron la nota


J. Israel Martínez Macedo


Hasta ayer la nota de la violencia del narco contra la prensa era eso, información sobre cómo la delincuencia organizada hace gala de excesos en el uso de la fuerza para tratar de amedrentar e imponerse a través del miedo; a partir de hoy la nota son lo reporteros que trémulos de pavor salieron a las calles a gritar que tienen miedo de morir por hacer su trabajo.

El reclamo es válido porque todos tenemos derecho a tener miedo y más aún a expresar libremente por las calles que nos aterroriza morir en una balacera, o ser víctima de un secuestro, o a vivir amenazados de publicar o no publicar determinada información.

Quienes salieron ayer a las calles del DF, Morelia y otros tantos sitios donde se habían anunciado marchas para exigir seguridad en el ejercicio del periodismo, lo hicieron con la intención de que el gobierno haga algo; casi como quien pide guardia personal para salir a la calle a trabajar. Honestamente el gobierno difícilmente tendrá la capacidad para hacer algo así.

Una marcha llama la atención levanta la voz y pone en alerta a ciertos grupos del poder y hasta puede llegar a vender periódicos pero nada más; no soluciona, no aporta; se remite a redundar sobre el mismo tema sin llegar a una solución.

Claro. Genera una falsa identidad. Nos sentimos, momentáneamente, parte de un gremio, que en situaciones normales es intolerante consigo mismo.

El problema de la violencia es generalizado, no sólo un asunto de este sector. Los periodistas nos arrogamos que el informar es una labor social, que es necesario para la democracia, que jugamos un papel fundamental para la sociedad pero al momento de manifestarse no pedimos por esa sociedad sino por que nos protejan.

La labor del periodista es informar, es escribir o hablar sobre cosas que pueden ser de utilidad para la gente de una comunidad (sea local, regional, estatal o nacional), que podrían serle útil en su vida cotidiana y eso implica, comúnmente, revelar datos que, por distintos motivos, trataban de mantener ocultos.

Esto significa que la publicación de la información beneficia a algunas personas y perjudica a otras. Es normal, así es esto de informar; claro, cuando el afectado se siente agredido porque sus ilegalidades, irregularidades o la simple ventaja que tenía ante un opositor sal a la luz pública la toma contra el reportero. Así llegan las amenazas, las agresiones, los golpes, los secuestros, los atentados y hasta los homicidios.

¿Es correcto? No. Pero así es este negocio, quizá nadie lo dice cuando uno empieza a volverse adicto a la palabra. Pero viene con el paquete, eso es innegable. Por eso mismo el periodismo no es un trabajo para todos, no cualquiera aguanta este nivel de presión ni el trato al que uno mismo se expone todos los días.

A final de cuentas así es este negocio, al que no le guste, al que le dé miedo, al que le moleste que lo vean mal, que lo insulten en una manifestación o que lo tachen de vendido por informar cosas que algún grupo hubiera preferido mantener en el silencio, simple: que se dedique a otra cosa.

En la vieja escuela le enseñaban a uno (con la práctica obviamente) que el reportero nunca, jamás, por ningún motivo y bajo cualquier circunstancia; es la nota. Hoy, fue tanto el miedo, que hasta eso olvidaron.


israel.martinez@milenio.com

Leer esta columna en la página de Milenio.com

miércoles, 4 de agosto de 2010

La otra guerra, la informativa / Columna

De medios y otros demonios


La otra guerra, la informativa


J. Israel Martínez Macedo


El secuestro de los cuatro reporteros que cubrían la nota sobre el penal convertido en cuartel del
narco en Durango detonó un interesante debate sobre el papel de los medios y la autoridad en esta llamada “guerra”. Una vez que las aguas se tranquilicen, todo esto serán palabras al aire y las reflexiones quedarán sólo en eso.

El problema es que a pesar de los posicionamientos a favor o en contra de las coberturas e informaciones; este se está dando en los medios y algunas universidades pero siempre sólo entre periodistas, no hay autoridad que siquiera haga el intento de disimular que toma nota o atiende la queja.

Incluso, un día antes de que se realizara la liberación de los camarógrafos de Multimedios y Televisa en Durango; en Zacatecas, el director de La Opinión, Ulises González García fue secuestrado por un grupo armado a plena luz de día y es la fecha en que no se sabe nada de su paradero.

La realidad es que la delincuencia organizada la ha tomado contra el mensajero para intentar secuestrar y cambiar el mensaje. Héctor Aguilar Camín lo dijo en el espacio informativo de José Cardenas: el gobierno va perdiendo (también) la guerra informativa.

El comentario es relevante pues implica que hoy más que nunca el papel de los comunicadores sociales se vuelve fundamental. Ya no sólo se requiere de administradores de conferencias de prensa o amigos de todos los reporteros que mantengan a raya los posibles ataques a la figura del funcionario.

Las instituciones requieren estrategas de gran envergadura que puedan no sólo neutralizar los comentarios negativos hacia una dependencia o institución, sino que tomen la iniciativa y le hagan llegar a la gente la información necesaria para brindar un mínimo de certeza a la gente.

¿Cómo se combate la información acerca de ejecutados y cadáveres descuartizados o decapitados? ¿Cómo se le dice a la gente que el combate a la delincuencia está funcionando de alguna forma sin mentirle?

El reto es mayúsculo pero no imposible. Implica mayor cuidado y atención sobre lo que se informa y cómo se hace pero exige pasar de la cómoda situación de sólo estar enviando boletines y organizando conferencias de prensa a planificar estrategias completas para contrarrestar la forma en que opera la delincuencia organizada.

El narco opera muy bien, por correo circulan imágenes de los ataques más llamativos o, imágenes de muertos y baleados que pasan de un correo a otro aprovechando el morbo. ¿Cómo contrarrestarlos? Evidenciar que se trata de imágenes difundidas por grupos delincuenciales y los motivos por los que se difunden.

Involucrar así a la gente puede ser, además, un buen primer paso para que la gente se involucre sin arriesgarse en la lucha contra la delincuencia. Ello sumado a campañas completas que definan la gravedad de formar parte de la delincuencia y algunas acciones más concretas coadyuvarían para solucionar el problema.

Los medios deben mantener su postura informativa definiendo líneas editoriales claras sobre el manejo de estos temas, no sólo por el impacto sino también por la propia seguridad de sus trabajadores. Debatir al aire no abona en nada, proponer soluciones puede ser no tan difícil y los resultados definitivamente serían en beneficio de todos.


israel.martinez@milenio.com

lunes, 2 de agosto de 2010

"Seguir adelante" informando / Columna

De medios y otros demonios


“Seguir adelante” informando


J. Israel Martínez Macedo


El 26 de julio cuatro trabajadores de los medios fueron secuestrados por el narco (dice la PGR que fue cosa del cártel del Golfo) lo que generó la reacción de quienes laboramos en los medios y particularmente en las respectivas empresas (Multimedios, Televisa, el diario local El Vespertino).

La reacción sorprendió al gobierno. Denise Maerker decidió, junto con Televisa, manifestar su postura sacando del aire la emisión de su programa “Punto de Partida”, Multimedios hizo lo propio dando puntual seguimiento a lo que, desde un principio, fue un tema delicado en el que informar o no hacerlo podía repercutir en la seguridad de los secuestrados.

El gobierno federal reaccionó inmediatamente, no era para menos. Se tuvo un extremo cuidado en el manejo informativo pensando siempre en la seguridad de los informadores. El día del secuestro nada se dijo, era un secreto a voces en el medio. Fue hasta que 24 horas después de ocurrido, la CNDH exigió al gobierno su liberación a través de un comunicado; el documento fue replicado por los medios internacionales y después dado a conocer por los nacionales.

Poco se supo de lo que ocurrió. Sólo algunas pistas: Ciro Gómez Leyva dejó ver en la “Historia en Breve” del viernes 30 de julio que las negociaciones giraron en torno a las presiones por un video que los delincuentes querían que se difundiera en MILENIO Televisión y Televisa y que las estuvieron llevando, por lo menos inicialmente, los dueños o directores de cada empresa; por ello hizo la exigencia a la Secretaría de Gobernación de tomar las riendas de la negociación “cada quién a lo suyo”, en resumen.

Los hechos han generado decenas de reflexiones que van desde una exigencia (válida) de justicia, hasta el análisis del nivel de descomposición social al que ha llegado México-país, pasando -por supuesto- por la autocrítica sobre el papel de los medios o (como decía Álvaro Cueva en su “Ojo por ojo” de ayer), si estamos haciendo, o no, lo que la sociedad quiere y si debemos preocuparnos por que nadie nos aprecia.

A final de cuentas no se trata del primer secuestro de este año y es muy probable que, lamentablemente, no sea el último (por más que Francisco Blake prometa que ni uno más). Tristemente nos acostumbramos a leer, a saber de casos por todo el país.

El reportero que tiene cierto tiempo de experiencia sabe que es parte del trabajo ser “el malo del cuento”, que en una manifestación igual puede ser golpeado por la gente que por los policías y que, a pesar de ello, debe estar ahí.

El trabajo periodístico, visto así, es para kamikazes. Claro que no es la totalidad. La realidad es que hay quienes nunca en su vida enfrentan una situación de este tipo y que incluso buscan no hacerlo, vamos, que preferirían renunciar a tener que verse en una situación de este tipo.

La decisión del camarógrafo de Multimedios, Javier Canales, es ejemplar: cuando Ciro Gómez Leyva le preguntó qué viene en lo profesional, su respuesta fue tajante “Seguir adelante, trabajando con la cámara al hombro”.

No vivimos condiciones ajenas a las de ningún otro mexicano en este país y por eso la exigencia debe ser social: seguridad para todos, parejo. Como periodistas: no estamos aquí para caerle bien a nadie, para lloriquear o para martirizarnos; estamos para informar y eso debemos hacer en cualquier situación y bajo toda circunstancia.


israel.martinez@milenio.com

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"Silencio Forzado" Documental de Article 19 sobre la situación del periodismo en México

Documental El Tunel (Completo)

PRESUNTO CULPABLE (completa)