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miércoles, 1 de mayo de 2013

La mascarada “rosa” / Columna

En mi opinión

La mascarada “rosa”

J. Israel Martínez Macedo

El tema de la discriminación es un asunto muy delicado que los gobiernos aún no atinan a entender. En aras de ganar una imagen de responsabilidad social y atención a las necesidades o intereses de la población, incurren en faltas graves que podrían propiciar aquello que buscaban combatir.
Es el caso específico del Estado de México. El gobierno mexiquense comenzó con una intensa campaña de “transporte rosa” en la entidad que involucró la identificación de taxis pintados de este color para brindar servicio “sólo para mujeres”, lo mismo unas combis en el Valle de México que, dicho sea de paso, nunca hicieron honor a su franja rosa: suben hombres y mujeres por igual.
La decisiones del gobierno mexiquense responden sólo a una cuestión de imagen, al intento de quedar bien con el sector femenino. Para congratularse engañan con medidas que nada tienen que ver con la lucha contra la discriminación y que, al contrario, podrían colocar a la administración de Eruviel Ávila Villegas en una situación de violación a la legislación mexiquense.
En el Estado de México existe la Ley para Prevenir, Combatir y Eliminar Actos de Discriminación, vigente desde el 18 de enero de 2007. En su artículo 1, se indica que su objeto es “proteger y eliminar toda forma de discriminación que se ejerza en contra de cualquier persona, para proteger el goce y ejercicio de sus derechos fundamentales”.
La ley define la discriminación como: “toda forma de preferencia, distinción, exclusión, repudio, desprecio, incomprensión, rechazo o restricción que, basada en el origen étnico o nacional como el antisemitismo o cualquier otro tipo de segregación; sexo o género; edad; discapacidad; condición social o económica; condiciones de salud; embarazo; lengua; religión; opiniones; predilecciones de cualquier índole; estado civil o alguna otra que tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos fundamentales en condiciones de equidad e igualdad de oportunidades y de trato de las personas”.
El “transporte rosa” es una forma de preferencia, distinción y exclusión que, basada en el sexo o género de las personas, impide y anula el ejercicio del derecho fundamental de libre tránsito y trato igualitario de hombres y mujeres en el uso del servicio de transporte público.
Esto lo deja fuera de la precisión que señala la propia ley: “No se considerarán conductas discriminatorias de manera enunciativa y no limitativa, las siguientes: I. Las acciones legislativas, educativas o de políticas públicas positivas o compensatorias que sin afectar derechos de terceros, establezcan tratos diferenciados con el objeto de promover condiciones de equidad e igualdad de oportunidades”.
El “transporte rosa” causa distinción y exclusión pero además traslada a la mujer a un punto en el que se le separa (¿segrega?) del hombre y se le coloca en un lugar creado específicamente para atender dicha distinción sólo por una cuestión de sexo o género.
Habrá quienes justifiquen que dicha separación (¿segregación?) es necesaria por cuestiones de seguridad, que las mujeres son más vulnerables a un ataque, una violación o un asalto que los hombres y por eso debe protegérseles de ese peligro… y tienen razón, al igual que otros grupos vulnerables como las personas de la tercera edad o los discapacitados pero no vemos circulando por las calles taxis para “abuelitos” o especiales para personas con discapacidad motriz.
Es más, una prueba de que el asunto es meramente de imagen y no atención social es la proporción del “transporte rosa” que circula en las calles de la entidad.
Son infinitamente menores estos servicios a los del transporte público “general” pese a que en el Estado de México hay 7 millones 778 mil 876 mujeres y 7 millones 396 mil 986 hombres; 381 mil 890 mujeres más que hombres, según cifras del Inegi.
Si el “transporte rosa” fuera una medida compensatoria no segregacionista que busca dar un trato igualitario a la mujer, debería haber, al menos, la mitad de taxis, combis, autobuses, microbuses, mexibuses y de todo el servicio público pintados de rosa (y si me presionan tantito, para ser justos, debería haber un poco más de eso).
El “transporte rosa” discrimina, coloca a la mujer en condición de víctima sólo por su sexo o género y criminaliza a todos los hombres por esta misma razón. Lo que se oculta detrás de esta “capa de pintura rosa” es la verdadera incapacidad del gobierno para brindar seguridad a todos sus habitantes, mujeres y hombres por igual.
Los vehículos rosas son una mancha ignominiosa del Estado a los ciudadanos. No se trata de una medida de protección para las mujeres; es una medida de protección a la imagen de las administraciones y los políticos que las encabezan.
No pueden aplaudirse este tipo de medidas simplemente porque no resuelven algo, al contrario aumentan la discriminación hacia la mujer excluyéndola y segregándola a un transporte “sólo para mujeres” y criminaliza al hombre sólo por ser hombre.
Ni su condición de género las debe ubicar como víctimas, ni nuestra condición de género nos debe colocar como delincuentes; actuar así es no entender la complejidad de un problema social severo que requiere de atención seria e inmediata pero ¿hasta cuándo?

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J. Israel Martínez Macedo

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