Diez periodistas muertos en México en 2008 / Columna

De medios y otros demonios

Diez periodistas muertos en México en 2008

J. Israel Martínez Macedo

Hay un cuento inventado cuando se planeaba la invasión a Irak: estaban George W. Bush y Tony Blair en una fiesta decidiendo cuál sería la estrategia a implementar, un reportero asistente al evento se acercó para preguntar sobre qué hablaban a lo que el presidente norteamericano respondió: “Estamos planeando la invasión a Irak, vamos a matar a un millón de iraquíes y un dentista”, el reportero repreguntó: “¿Por qué un dentista?” a lo que Bush comentó con Blair: “Ves, te lo dije, nadie va a preguntar por los iraquíes”.
Esto viene a tema por que de manera similar ocurrió con la muerte de Armando Rodríguez, quien trabajaba como reportero de la fuente policiaca para El Diario, en Ciudad Juárez, ocurrida el jueves pasado y apenas mencionada en algunos medios por el seguimiento al incidente de avión en el que se vieron involucrados Juan Camilo Mouriño y José Santiago Vasconcelos.
De igual forma, pasó de noche en la prensa nacional el secuestro de Pedro Matías Arrazola, reportero del diario Noticias y el semanario Proceso en Oaxaca; registrado el 26 de octubre y del que no se dijo nada en el país.
Sin embargo, a nivel internacional, México se consolida como el país que, no estando en guerra, representa el mayor riesgo para el ejercicio de la profesión periodística. Y es que los hechos más recientes fueron destacados en las páginas de internet de Reporteros Sin Fronteras y la oficina en nuestro país de la Fundación Konrad Adenauer.
Sólo este año, se han registrado en los distintos portales relacionados con el tema 10 muertes de periodistas y por lo menos 15 casos conocidos de ataques, amenazas, secuestros a periodistas o empresas editoriales, el más reciente en Ciudad Juárez en donde el pasado 6 de noviembre fue encontrada la cabeza de una persona decapitada en un monumento de la Plaza de los Periodistas, hecho que fue ignorado y no cobró relevancia sino hasta la muerte de Armando Rodríguez siete días después.
Los casos han sido atraídos por la Procuraduría General de la República (PGR) que hasta la fecha no ha dado información sobre la resolución o avances en las investigaciones de los periodistas muertos, salvo el caso de Brad Will que ha sido cuestionado por las ONG y la propia Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) -con el consabido cuestionamiento a este último organismo dado lo denunciado en el libro “Los Intocables” de editorial Planeta sobre el actuar discrecional y a conveniencia de José Luis Soberanes, su titular-.
Los homicidios de periodistas en México forman sólo parte del archivo que queda en el olvido, no hay ningún interés real de las autoridades por resolver los casos ni mucho menos brindar garantías para el ejercicio de la labor periodística y en general de la libertad de expresión.
Aún se debate si los homicidios de periodistas deben ser clasificados como delitos federales o no, lo cual no sólo se lee como un paliativo sino que además no servirá de nada porque los ataques provienen de la delincuencia organizada para quienes da igual un delito federal más o menos.
Lo que se requiere son acciones concretas y esas sólo pueden ser: que se investigue y descubra los móviles reales de los ataques a periodistas y medios informativos y que se actué en consecuencia eliminando la impunidad que ha rodeado cada uno de los casos.
¿Es acaso mucho pedir?.. Bueno, dejémoslo así.

israel.martinez@milenio.com