La lujuriosa necesidad de burlarse / Columna

De medios y otros demonios

La lujuriosa necesidad de burlarse

J. Israel Martínez Macedo

Mal y de malas, casi como un augurio de que la transparencia no es lo suyo, el evento en el que Enrique Peña Nieto y casi todo su gabinete hicieron pública su manifestación de bienes fue, al menos en apariencia, un fiasco.
Por increíble que pudiera parecer, al Presidente de México se hizo bolas el engrudo y no pudo descifrar el complicado acrónimo del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI), en su mirada sólo parecía observarse un pensamiento “¿A quién se le ocurrió dejar de usar el teleprompter?”.
Pero esa curiosa anecdota que llenó de bromas las redes sociales y alimentaron la lujuriosa necesidad de burla de los más sesudos críticos del peñanietismo, sirvieron al mandatario y sus secretarios para distraer a la siempre difusa población mexicana incapaz de sostener la atención en el tema central: las propiedades presidenciales.
El asunto no es menor e incluso llama la atención para un análisis mayor, digno de un buen académico o investigador especializado en el fino y delicado arte del enriquecimiento patrimonial (legal o no) a través de la administración pública.
¿Qué tan redituable puede ser el servició público para una persona? Sería interesante saber si todo eso que se ha manifestado ya estaba en poder de Peña Nieto en aquellos días de 1984 cuando recién se afiliaba al PRI.
La escueta pero interesante declaración de Peña Nieto y su gabinete destaca por la cantidad de terrenos, casa y departamentos, donados y comprados con dinero propio, de contado, nada de abonos chiquitos como el grueso de la población ni peleas interminables con el banco... hay niveles.
Dentro de las declaraciones llamó la atención el ingreso de Alfonso Navarrete Prida, quien sin especificar de dónde o si en su obtención están involucrado algún tipo de uso de influencias para la labor, registra ganancias que superan su salario en la Federación, como quien dice, está en la STPS por hobbie.
Después de todo las aparentes pifias pueden resultar benéficas para el Presidente, mientras la población siga mirando si sabe leer, si conoce el nombre de las instituciones o si se ve guapo o no, él podrá continuar en lo suyo a sabiendas que atentos y observadores, sus críticos no son.

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