El día del “gober”: ¿volver al futuro? / Columna

De medios y otros demonios

El día del “gober”: ¿volver al futuro?

J. Israel Martínez Macedo

¡Qué tiempos aquellos! Esos días en los que para poder ser alguien en política era indispensable ser priista. Cuando el mandatario en turno era el cacique del pueblo y “ay de aquel” que osara contradecirle o si quiera pensar diferente de lo que él quería. Cuando para ser buen administrador público no era necesario ser creativo o resolver problemas sino adivinarle los deseos al “jefe”.
Este sábado 5 de septiembre pudimos ser testigos de un viaje en el tiempo. Poniendo a prueba las leyes de la física cuántica Toluca se trasladó al pasado, a esas épocas donde los dinosaurios dominaban la tierra y caminaban impunemente por las calles.
Justo cuando el país está metido en una dinámica que busca terminar con los informes que servían de pretexto para rendirle pleitesía al “Tlatoani del barrio”, el Estado de México salta para atrás y aplica “El día del gobernador”.
Durante el evento se pudo observar qué lejos quedó aquel Enrique Peña que anunciaba días antes de su primer informe el regreso del Ejecutivo a la Legislatura para, para rendir cuentas a los representantes de los mexiquenses.
No, el gobernador ya no se atora al leer, ya no se ve nervioso ni mucho menos preocupado por las reacciones del público que, sabe, son invitados “a modo”. Darse el lujo de acudir al Legislativo para chacotear con el secretario de Gobernación en vez de escuchar lo que los nuevos diputados tengan qué decir es parte del espectáculo.
El Teatro Morelos, convertido en un set más de Televisa, sirvió de marco para que el Peña Nieto tuviera su momento mágico. El DeLorean volador nos transportó a los días en que no importaba lo que el mandatario en turno dijera sino qué tan fuerte se le aplaudía, a los días en que Gustavo Díaz Ordaz era celebrado tras responsabilizarse de los hechos de 1968 o aquellos en que se aclamaba un José López Portillo que lloraba a lágrima viva por la crisis en que dejaba sumido al país.
Afuera, “los de a pie”, estaban muy lejos. A ellos, sumidos en su presente de insuperable marginación, violenta criminalidad y desesperante pobreza; sin acceso a una maquinaria que los traslade al pasado; lo que realmente les preocupaba era que la selección no fuera a perder contra Costa Rica, que sacara un empate y con algo de suerte un aguerrido triunfo. Los únicos tricolores de los que se hablaba, los que realmente interesaban eran: Cuauhtémoc Blanco, Giovanni Dos Santos, Andrés Guardado y, en Toluca, Néstor Calderón.
En el mundo virtual los avances sobre el informe mexiquense iban escoltados de una gran cantidad de comentarios adversos al mandatario. La imagen comienza a verse desgastada. Los jóvenes demuestran el malestar a su modo, desde comparaciones con caricaturas hasta insultos, muestras claras de que ese sector no está ganado del todo.
El túnel del tiempo priista alcanzó una vista del futuro. Con el gobernador como su candidato natural no es lejano pensar que vimos -y veremos en los próximos dos años- muestras de lo que podría ser San Lázaro y Palacio Nacional después de 2012. Jesús Reyes Heroles diría en su tiempo “En política la forma es fondo” y la forma del informe nos dejó ver un fondo preocupante: el eterno retorno a la vieja tradición política. Nuevas caras, viejas costumbres.
Resta mucho camino por recorrer. Si bien en el ambiente político-mediático se vio un Enrique Peña Nieto muy sólido, socialmente se empiezan a observar mellas en la imagen, escoyos que, de crecer, podrían ser muy costosos a largo plazo, digamos sólo por decir: en tres años.

israel.martinez@milenio.com