"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

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Gabriel García Márquez

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domingo, 8 de agosto de 2010

El día que los reporteros fueron la nota / Columna

De medios y otros demonios


El día que los reporteros fueron la nota


J. Israel Martínez Macedo


Hasta ayer la nota de la violencia del narco contra la prensa era eso, información sobre cómo la delincuencia organizada hace gala de excesos en el uso de la fuerza para tratar de amedrentar e imponerse a través del miedo; a partir de hoy la nota son lo reporteros que trémulos de pavor salieron a las calles a gritar que tienen miedo de morir por hacer su trabajo.

El reclamo es válido porque todos tenemos derecho a tener miedo y más aún a expresar libremente por las calles que nos aterroriza morir en una balacera, o ser víctima de un secuestro, o a vivir amenazados de publicar o no publicar determinada información.

Quienes salieron ayer a las calles del DF, Morelia y otros tantos sitios donde se habían anunciado marchas para exigir seguridad en el ejercicio del periodismo, lo hicieron con la intención de que el gobierno haga algo; casi como quien pide guardia personal para salir a la calle a trabajar. Honestamente el gobierno difícilmente tendrá la capacidad para hacer algo así.

Una marcha llama la atención levanta la voz y pone en alerta a ciertos grupos del poder y hasta puede llegar a vender periódicos pero nada más; no soluciona, no aporta; se remite a redundar sobre el mismo tema sin llegar a una solución.

Claro. Genera una falsa identidad. Nos sentimos, momentáneamente, parte de un gremio, que en situaciones normales es intolerante consigo mismo.

El problema de la violencia es generalizado, no sólo un asunto de este sector. Los periodistas nos arrogamos que el informar es una labor social, que es necesario para la democracia, que jugamos un papel fundamental para la sociedad pero al momento de manifestarse no pedimos por esa sociedad sino por que nos protejan.

La labor del periodista es informar, es escribir o hablar sobre cosas que pueden ser de utilidad para la gente de una comunidad (sea local, regional, estatal o nacional), que podrían serle útil en su vida cotidiana y eso implica, comúnmente, revelar datos que, por distintos motivos, trataban de mantener ocultos.

Esto significa que la publicación de la información beneficia a algunas personas y perjudica a otras. Es normal, así es esto de informar; claro, cuando el afectado se siente agredido porque sus ilegalidades, irregularidades o la simple ventaja que tenía ante un opositor sal a la luz pública la toma contra el reportero. Así llegan las amenazas, las agresiones, los golpes, los secuestros, los atentados y hasta los homicidios.

¿Es correcto? No. Pero así es este negocio, quizá nadie lo dice cuando uno empieza a volverse adicto a la palabra. Pero viene con el paquete, eso es innegable. Por eso mismo el periodismo no es un trabajo para todos, no cualquiera aguanta este nivel de presión ni el trato al que uno mismo se expone todos los días.

A final de cuentas así es este negocio, al que no le guste, al que le dé miedo, al que le moleste que lo vean mal, que lo insulten en una manifestación o que lo tachen de vendido por informar cosas que algún grupo hubiera preferido mantener en el silencio, simple: que se dedique a otra cosa.

En la vieja escuela le enseñaban a uno (con la práctica obviamente) que el reportero nunca, jamás, por ningún motivo y bajo cualquier circunstancia; es la nota. Hoy, fue tanto el miedo, que hasta eso olvidaron.


israel.martinez@milenio.com

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J. Israel Martínez Macedo

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