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domingo, 23 de diciembre de 2012

Primera visita al Edomex de Enrique Peña como presidente / Crónica

CXCVII Aniversario Luctuoso de José María Morelos y Pavón

Primera visita al Edomex de Enrique Peña como presidente

"¡Peña, Peña, Peña!". La gente de Ecatepec recibe a la comitiva que encabeza el Presidente y que escolta el gobernador del Estado de México. Cuesta trabajo evitar la remembranza a los días de la campaña electoral al escuchar el grito "sí se pudo".

J. Israel Martínez - Ecatepec

El frío del amanecer cala en Ecatepec. Pese a la presencia de un sol pleno, resultado de un cielo totalmente despejado, el día se presenta propicio para la primera visita oficial de Enrique Peña Nieto a su estado natal desde que asumió la Presidencia de la República. Lo hace en el marco del aniversario luctuoso de José María Morelos y Pavón, accidental o intencionalmente, en la tierra del gobernador Eruviel Ávila Villegas.
La seguridad en el centro de Ecatepec es extrema: dos arcos para detección de metales antes de llegar a las vallas metálicas de color verde instaladas desde la noche previa por el Estado Mayor Presidencial; un segundo acceso, filtró para ingresar a la explanada municipal. "Nadie pasa sin sticker" indican en la puerta y lo hacen efectivo cuando el secretario de Seguridad Ciudadana, Salvador Neme Sastré, intenta atravesar sin identificador. Es remitido a otro acceso.
El momento de la espera. Secretarios del gabinete estatal aprovechan para saludarse y darse a notar al frente. Se notan ansiosos de ser vistos por el Presidente, miran a algún alguien en las primeras filas, sonríen, le asienten con la cabeza, llevan la palma de la mano derecha al pecho y les extienden el dorso hacia ellos. El ritual se repite varias veces en distintos funcionarios. Abajo, la gente se alista con un sentimiento similar pero distinto, el de la emoción de ver al mandatario que sienten suyo, a "Enrique".
"¡Peña, Peña, Peña!". La gente de Ecatepec recibe a la comitiva que encabeza el Presidente y que escolta el gobernador del Estado de México. Cuesta trabajo evitar la remembranza a los días de la campaña electoral al escuchar el grito "sí se pudo".
En las pantallas se puede ver el lento avance del mandatario federal. Una mujer se cuelga al cuello del presidente y lo jala hacia sí, el público asistente no puede más que exclamar de emoción al ver la escena en las pantallas gigantes dispuestas para el evento. Su Presidente sigue dando muestras de cercanía, sigue siendo su "Enrique".
Con la emoción en el rostro, los invitados a la ceremonia se arremolinan contra las vallas metálicas blancas colocadas para marcar las secciones y despejar los pasillos. El Presidente rompe el protocolo, se trepa a una cerca de metal y desde ahí saluda, fiel a su costumbre modifica su recorrido para alcanzar todos los accesos y saludar a toda la gente posible.
El gobernador mexiquense, emocionado por igual, alienta las porras e incita a gritar "¡Peña, Peña!" mientras avanza la comitiva. Ante el unísono "sí se pudo" los mandatarios federal y estatal arriban al podio en el que ya los esperan secretarios de ambos gabinetes.
El Himno Nacional Mexicano se entona con solemnidad y se presenta a los integrantes del estrado. Un impasse que sirve de aplausometro en el que el Presidente de la República muestra el músculo de popularidad apenas por encima del local Eruviel Ávila.
Comienzan las participaciones, sin pena ni gloria, el alcalde Indalecio Ríos utiliza su espacio para ensalzar a los dos mandatarios visitantes y decir algo sobre su municipio, sobre Ecatepec. Eruviel y Enrique platican entre sí; todos oyen, nadie escucha.
En su turno al habla, el gobernador mexiquense camina ansioso, a velocidad; se dispone frente al micrófono para deshacerse en halagos al mandatario federal y saludar a la gente de la localidad. Más como docente que como político, Eruviel Ávila repasa la vida de Morelos para aludir a la igualdad y equidad, provocando los sentimientos de injusticia e inseguridad que años atrás dieron pie al levantamiento armado que derivó en la independencia del país.
Rosario Robles Berlanga, secretaria de Desarrollo Social del gobierno federal, saca el evento del ambiente de clase de historia y lo devuelve a su ámbito, al de la ceremonia oficial, un acto político que sirve para recordar la importancia de seguir con la construcción del país. Lejos del idealismo manifestado por su antecesor, centra su discurso en el realismo de la sociedad mexicana moderna y logra arrancar el solitario pero valiente aplauso de una mujer de suéter y gorra rojas.
El sonido local anuncia que Presidente y gobernador deben dirigirse al monumento a Morelos, Galeana y Matamoros para hacer guardia y presenciar una salva de honor a cargo del cuerpo de fusileros del Ejército nacional. El disparo unísono de las armas hace saltar a la audiencia y arranca risas de nerviosismo entre los asistentes que recurren al aplauso para recuperar la ceremoniosidad.
Se entona, de nueva cuenta, el himno nacional. "¡Viva México!" grita un espontáneo al terminar. "¡Viva!" responde la gente.
El Presidente firma el libro de visitantes distinguidos del municipio con lo que se da por terminado el evento. Sin más, avanza hasta la camioneta negra que lo llevará de vuelta a la Residencia Oficial de Los Pinos. En el camino se despide de la gente que no se mueve de su lugar en espera de un adiós, que espera poder abrazarlo, que anhela poder decirle de cerca "¡felicidades! Enrique".

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J. Israel Martínez Macedo

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