"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

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Gabriel García Márquez

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lunes, 23 de julio de 2007

Algo, para variar / Columna

De medios y otros demonios

Algo, para variar

J. Israel Martínez Macedo

Felices 16 Monini


Para variar, haré algo que no acostumbro en este espacio ni en ningún otro: buscar la relación con el lector. En mi caso, lo evito porque ese es un rasgo característico del artículo más que de la columna, pero hoy haré algo para variar, para salir de la rutina, y es más, lo invito a que lo haga, por lo menos a que siga estas líneas hasta el final y después usted decida si valió la pena o no.
Inicialmente había pensado en escribir sobre cómo los medios han magnificado el cuento chino aquel de los millones de dólares, sobre cómo nos hemos dejado llevar por el manejo informativo sin detenernos a pensar en todas las posibles aristas y la forma en la que se han manejado las oficinas de prensa y los abogados de Zhenli Ye Gon.
Pero después de un momento, algunos dirán de lucidez y otros de locura, caí en la cuenta de que no sirve de nada. En realidad, si Javier Lozano es culpable, se le hará un juicio en México en el que quedará demostrado lo contrario, si es inocente, seguramente no habrá juicio y todos como amigos. En cualquier caso, ni se repondrán las elecciones de 2006, ni pasará de ser una denuncia, escandalosa eso sí, de presunta corrupción.
Después de leer un correo que llegó hasta mi buzón electrónico, y del cual podría hablar en otra entrega dependiendo del resultado de la presente, en algún momento de este domingo comencé a ver a la gente, a notar su presencia, personas que han estado ahí, algunas esforzándose por cambiar, aunque sea un poco, su situación, otras empecinadas en mantener un status quo aparente.
Todas tenían algo en común: cada cual estaba tan abstraído en lo que hacía, en la necesidad de hacer algo para sí, que se olvidaba que a su alrededor existen otras personas con las que, se supone o por lo menos en teoría así debe ser, convive en sociedad.
Por extraño y contradictorio que suene, una sociedad de absolutos desconocidos, un sinnúmero de gente de la que no sabemos nada y de la que nada queremos saber, un grupo de personas con vidas, situaciones, problemas y afectos tan ignorados que se nos vuelven ajenos sin que en realidad todos los sean.
Un ejemplo, al conducir perdemos la noción del tiempo y seguridad de los demás. Nos molesta si el conductor detrás nuestro va a gran velocidad sin saber si le llamaron de la escuela de sus hijos para informarle de algún accidente, o si viene acompañado de una mujer embarazada. O a la inversa, si el sujeto de adelante va despacio sin saber que trae consigo un herido, o si simplemente es un respetuoso de los señalamientos de tránsito.
¿Se ha dado cuenta usted -sí el que aguantó esta diatriba hasta este punto- de la forma en que saluda en su trabajo, oficina u hogar? ¿Dice “hola” a todos o dice “cómo están”? Cuando dice “cómo estás”, ¿se detiene a escuchar la respuesta o lo dice sólo por compromiso?
Estas preguntas parecen no tener sentido o razón alguna, sin embargo reflejan el desinterés por lo que le pasa al otro, al vecino, al compañero de trabajo, a la pareja, al amigo; reflejan que nos hemos convertido en una sociedad donde no importa más que uno mismo, lo que uno quiere, lo que uno piensa, a lo que uno tiene derecho.
Si piensa que no tiene tiempo para estas cosas, cronométrese usted mismo, vea cuánto le toma decir “buenos días” o “buenas tardes” a un desconocido, vea cómo se siente después de esos “cinco minutos perdidos” en platicar y conocer a quienes le rodean.
Eso se refleja en el México que tenemos. Esperamos que otros hagan el trabajo, y buscamos sacar una tajada, la mejor posible, para nosotros. Nos quejamos de las actitudes de los demás, nos preocupamos por lo que “el de junto” hace y no nos fijamos en nuestras acciones.
Se vuelve muy cómodo y muy sencillo esperar a que las autoridades actúen, resuelvan, ayuden o apoyen. Es muy sencillo, muy cómodo, dejar que los demás sean quienes se responsabilicen, “total, eso no me toca”, asumir una actitud pasiva de dejar hacer y dejar pasar, pero además, no dejar de exigir y no dejar de criticar.
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche escribió en alguna sentencia: “Sólo aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”. Lo mismo aplica para el país, parafraseando, sólo aquel que construye el futuro de México, tiene derecho a juzgar su pasado. Con qué cara se puede exigir que se resuelva el caso del chino Zhenli, si en nuestro respectivo nivel, caemos en cochupos y dádivas para obtener beneficios.
Quienes se quejan de todo, esos agoreros del desastre que siempre están en contra de todo, se cansan de restregar por donde sea que México es un país reaccionario y tienen razón, la tienen porque cada uno de nosotros hacemos México y cada uno de nosotros nos la vivimos reaccionando.
Al final, una propuesta, un reto al lector no pasivo de esta columna: busque cambiar lo que le molesta respetando al vecino, hacer la diferencia desde donde esté. Puede empezar por saludar a cuanta gente vea, aunque no la conozca, no pierde nada dando un saludo. Ayude a quien vea que lo necesita, no dándoles un peso en las esquinas, sino preguntándoles “¿cómo está?” y escuchando la respuesta, si se le antoja, compre un dulce y regáleselo al niño limpiaparabrisas, rompa el esquema.
Este día, es más ésta semana, cambie las cosas, conviértase en el accionar de su vida, de su entorno, en el responsable de hacer que todo se mueva hacia donde usted mismo lo dirija, preocúpese un poquito por “el de junto”, busque el beneficio común y vea los resultados, si le gustan, convierta este ejercicio en un estilo de vida, si no, nada perdió con intentar, así como yo nada pierdo con planteárselo. Incluso, si lo desea, envíe un mail y platíqueme su experiencia, tal vez usted no sea el único, tal vez sí sirva de algo accionar. Hagamos algo, para variar.

PARÉNTESIS
Gracias a ese trío de brujas que en sus artes mágicas me han ayudado a transformar días de aciago en momentos vivibles nuevamente.

imartinez@edomex.milenio.com

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J. Israel Martínez Macedo

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