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lunes, 6 de octubre de 2008

"Pagarán su crimen, se lo prometo" / Crónica

El Funeral de "El Chavo"

"Pagarán su crimen, se lo prometo"

Una mujer mayor, que asistió al sepelio del alcalde de Ixtapan de la Sal, exigió justicia al gobernador Enrique Peña Nieto. Se acercó a ella y se comprometió a que los responsables habrán de responder por su artero crimen.

J. Israel Martínez / Ixtapan de la Sal

La explanada del ayuntamiento de Ixtapan de la Sal sirvió como marco para darle el último adiós a su presidente municipal, Salvador Christopher Vergara Cruz. Amigos, familiares y habitantes de la localidad llegaron ahí para acompañarlo a su morada final. Entre aplausos, porras y rezos la comunidad le brindó a “El Chavo” un funeral como nunca antes lo habían visto, como nunca después quieren volver a ver.
Por la mañana el ataúd que contenía el cuerpo de Salvador Vergara fue colocado frente a la presidencia municipal, sobre él: una bandera mexicana, un arreglo floral blanco y su el sombrero que usaba cotidianamente. En la cabecera: su fotografía, la oficial, detrás, una corona de flores blanca enviada por el gobernador. A su derecha: siempre, su familia. A su izquierda: la montura de su caballo.
La bandera a media asta indicaba el duelo que se percibía en el ambiente. La gente en las calles se veía consternada, la noticia de la detención de cinco responsables en la madrugada ya era conocida aunque nadie sabía por qué, sólo que “eran gente de aquí”.
En la radio local los locutores aprovechaban para comentar sobre la delincuencia e incitaban a la gente denunciar. En el lugar donde se velaba el cuerpo todo se preparaba para la llegada de los titulares del Ejecutivo, Legislativo y Judicial del estado.
Enrique Peña Nieto, Juan Carlos Núñez Armas y José Carmen Castillo Ambriz llegaron 12:50 al lugar. Los recibió José Ariel, “es el hermano de Salvador” dijo la gente.
Sin protagonismos. Hicieron guardia de honor junto al ataúd, dieron el pésame a los familiares y abandonaron el lugar, sólo 15 minutos duró su estancia. Al salir, una mujer mayor gritó desde la valla: “¡justicia señor gobernador! ¡Queremos justicia!”. Peña Nieto dejó ver nuevamente su lado humano, ese que le gusta a la gente, se acercó a ella, la tomó de la mano y le respondió con voz firme: “los responsables pagarán su crimen, se lo prometo”, escuchó el “Gracias” de la anciana y se fue negándose a dar entrevista.
Entre rosarios y porras continuó la tarde. A las 16:00 comenzó todo. El ayuntamiento rindió homenaje con una ceremonia cívica de honores a la bandera, después el pase de lista. Su nombre se escuchó en los altavoces -“Salvador Vergara Cruz” -“¡Presente!” respondió al unísono la gente ahí presente, unas 450 personas aproximadamente.
Como estaba programado, una hora después el féretro con el cuerpo de Salvador fue trasladado al Santuario del Señor del Perdón donde el obispo de Toluca, Francisco Javier Chavolla Ramos oficiaría la misa de las exequias previo a su traslado al panteón local.
El templo estaba lleno. Afuera, en el atrio, se congregó aún más gente, ya sumaban 2 mil, querían acompañar el cuerpo en su último viaje. Al término de la ceremonia religiosa se escuchó el redoble de la Banda de Guerra de Voluntarios, marcaba el comienzo del cortejo fúnebre.
Por la calle 16 de septiembre, la que sale directo del templo católico, encabezaban la marcha ocho mariachis, detrás de ellos la banda de guerra, después, música de banda seguida de un caballo que bailaba al ritmo de ésta.
Los familiares acompañaban el ataúd. Eran seguidos por los clérigos, algunos de los cuales abandonaron la marcha poco después de salir del templo, el obispo entre ellos.
A los costados de la calle ya se habían formado dos columnas humanas, eran habitantes de Ixtapan de la Sal que espontáneamente decidieron estar ahí. Nadie los obligaba, no habría dádivas al final, simplemente deseaban estar ahí. Al paso del cuerpo se escuchaban los aplausos y las porras mezclados con llantos y gritos de dolor, de coraje.
El cortejo dio vuelta en Juárez y subió la pesada cuesta hasta Constitución, ahí volvieron a doblar hasta llegar al panteón municipal donde los esperaba aún más gente, no hubo un solo hueco en la valla humana durante todo el trayecto.
Al llegar se pidió que sólo la familia estuviera presente, el pueblo no lo permitió. Lo acompañaron hasta el final. Le brindaron su afecto hasta el último instante, le aplaudieron cuando arrojaron tierra sobre el féretro. La música de banda hizo sonar sus notas, no querían dejarlo. El ocaso cayó en una fusión de colores naranja y gris que muy pocos observaron, sólo les interesaba decirle: “adiós Chavo”.

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J. Israel Martínez Macedo

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