De medios y otros demonios
Brevísimo resumen 2010 Primera Parte
J. Israel Martínez Macedo
Concluye 2010 y con él un año que marcó al periodismo mexicano. El recuento personal, documentado a través de los reportes de distintos medios u organizaciones civiles, arroja un saldo que eriza la piel: 13 muertos, 17 desaparecidos, 69 agresiones y apenas cuatro casos resueltos por las autoridades (dos de ellos de años anteriores).
Las agresiones a los medios y los reporteros generaron, en su momento, un debate del que, lamentablemente, nada surgió. Por un lado quienes exigen protección a los periodistas y garantías para realizar su trabajo; por el otro, el de la vieja guardia, que considera que los lloriqueos están de más: el reportero trabaja/informa en cualquier condición y bajo cualquier circunstancia, sin pretextos ni excusas y si no, que se dedique a otra cosa.
Los cuestionamientos crecieron y la exigencia fue tocada por los políticos que, fieles a su costumbre y tradición, aprovecharon para tratar de “sacar raja” del asunto y quedar bien con los reporteros. Como sea, lograron que el tema se diluyera en un mar de problemas nacionales que se resumen en cuatro palabras: incapacidad, injusticia, impunidad… olvido.
Las redes sociales tomaron por asalto el escenario informativo, casi desconocidas al inicio del año terminaron por ser una de las principales fuentes informativas al final del mismo. También se cuestionó sobre su influencia, su uso y manejo como fuente informativa y la credibilidad que puede tenérseles.
Con éste, surgió también el tema del periodismo actual y la forma en que los noveles reporteros hacen su trabajo. Jactanciosos del uso/abuso de las nuevas tecnologías pero con carencias importantes en el manejo de las viejas, se regodean en Twitter o Facebook de sus notas mal escritas y llenas de imprecisiones; meras versiones de la declaración simple resultado de una entrevista a modo que no aporta en lo absoluto.
La novedad causó sensación pero también desatinos. Las políticas en el manejo de las redes sociales, necesarias para entender la distinción entre lo público y lo privado en el periodismo, abarataron el valor de la palabra “censura” y la colocaron al precio de lo común. Las quejas por su aplicación no se hicieron esperar y pusieron en evidencia el desconocimiento de lo que unas y otra significan.
La urgente necesidad de profesionalizar el oficio emergió como idea optativa de solución anticipada ante la agónica supervivencia del periodismo, pero apenas se perdió en la confusión de lo que significa profesional y lo que es preparación dejando ver que el problema requiere más atención y la demanda con rapidez.
A nivel mundial Wikileaks puso sobre la mesa debates importantes y subestimados: libertad de expresión, comprobación de las fuentes y… periodismo-propaganda. Los defensores a ultranza de Julian Assange abandonaron la crítica periodística para convertirse en activistas, seguidores y fanáticos de un hacker que juega a ser periodista y se divierte (eso hacen los hackers) viendo cómo genera caos en ambos bandos.
Quedan apenas unos cuantos días para que 2010 se desvanezca. El año se desarrolló de manera compleja para el periodismo y lo que le está vinculado; las garantías de libre expresión se ven reducidas cada vez más en todos los países, de formas distintas y por motivos diferentes, y sólo quedan serias dudas sobre lo que viene a futuro.
@Mega_J_Israel_M
israel.martinez@milenio.com
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J. Israel Martínez Macedo