Secreto a voces / Columna

De medios y otros demonios

Secreto a voces

J. Israel Martínez Macedo

En lo que va del año, la organización internacional con registro ante la ONU, Reporteros Sin Fronteras (RSF), reporta la muerte de tres periodistas, todos ellos en México, dos en territorio mexiquense, en la última semana.
Por lo que corresponde a los casos en la entidad se trata de dos reporteros de Chimalhuacán, Bonifacio Cruz Santiago y su hijo Alfonso Cruz Cruz, quienes según los reportes de las primeras investigaciones, a cargo de la procuraduría estatal, se encontraban en el lugar menos indicado a la hora más desafortunada, señalando que los atacantes iban en contra del síndico procurador, Raymundo Olivares Díaz.
El caso fue atraído por la Procuraduría General de la República (PGR) bajo el argumento de que el ataque se llevó a cabo con armas de uso exclusivo del Ejército y hasta el momento parece haber sido turnado a la Fiscalía Especial para Delitos Cometidos contra Periodistas.
La hipótesis de la confusión se sustenta en que el diario “El Real”, propiedad de Bonifacio Cruz, no publica investigaciones sobre asuntos sensibles y la parte fundamental de sus páginas está dedicada a la información oficial que llega del gobierno del Estado de México.
En el comunicado emitido al respecto por Reporteros Sin Fronteras el organismo señala “Este doble asesinato ha ocurrido cuarenta y ocho (horas) después del de otro periodista, en el nordeste del país. Aunque de momento nada prueba que tenga relación con la profesión de las víctimas, estos dramas ponen de manifiesto el clima de violencia en que se mueve la prensa en México, que actualmente es el país más letal del continente para los periodistas”.
La observación de RSF en cuanto al clima de violencia en el país es apenas atinado en cuanto al Estado de México se refiere.
Esa misma semana se dio a conocer que el Estado de México ocupó el segundo lugar nacional en cuanto a número de secuestros ocurridos en 2007, sólo por debajo del Distrito Federal.
Es un hecho que no sólo la delincuencia, sino la violencia con la que se llevan a cabo los crímenes, se ha incrementado en todo el país y en particular en el territorio mexiquense. También lo es que las autoridades estatales se han cansado de asegurar que todo está en calma y santa paz, lo cual no sólo no resuelve el problema sino que propicia que se agudice.
Mientras las autoridades mexiquenses continúen negando la realidad, va a ser imposible que tengan la capacidad para combatir a la delincuencia de forma eficiente y sin miramientos.
Hace un par de años surgió la Agencia de Seguridad Estatal (ASE) como la panacea en materia de seguridad pública. Anunciada con bombo y platillo, la dependencia continúa sin reglamentación clara, sin funciones específicas, y evidentemente, sin entregar resultados en la lucha contra la delincuencia.
El esquema planteado por su creador y primer comisionado, Wilfrido Robledo Madrid, señalaba un esquema que entregaría resultados a mediano y largo plazo, pero el mediano plazo está por cumplirse y no se observa la más remota posibilidad de que la dependencia haya logrado avanzar terreno, por el contrario, cada día se vive en los 125 municipios un mayor sentimiento de inseguridad y se perciben triunfos para los delincuentes de todos los niveles.
Si en verdad el gobernador, Enrique Peña Nieto, buscará la candidatura de su partido para la Presidencia de la República en 2012, es imperante para llevar a buen puerto ese barco el poder disminuir en términos reales la delincuencia y, sobre todo, la violencia con que ésta opera.
Es un hecho que a nivel nacional el principal clamor de los ciudadanos, votantes y no votantes, es el de la seguridad pública. De nada servirá tener esquemas productivos, el trabajo logrado en imagen internacional se convertirá en humo, la propuesta de un mandatario que obedece los designios de su pueblo se irían derechito a la basura si la percepción sobre delincuencia es el de una batalla ampliamente perdida.
No se trata sólo de hacer magia con los números, no es un asunto de estadísticas, sumas y restas de denuncias que disminuyen no porque avance el Estado contra el crimen, sino porque es tal el descrédito que cada vez son menos las personas que se atreven a acudir a las instancias correspondientes.
La labor fundamental del Estado es la de garantizar la seguridad de quienes lo conforman, de o contrario la derrota es en la más elemental razón de su existencia.
Urge un combate frontal, directo, preciso y contundente a la delincuencia en los niveles que a la entidad le corresponden. Si el gobernador mexiquense consigue frenar a la delincuencia en su territorio, podría tener medio pie, no sólo en la candidatura del PRI, sino en la propia Residencia Oficial de Los Pinos.
Pero en caso de no poder hacerlo, no habrá servido de nada haber logrado el equilibrio entre promoción y cuidado de imagen pues el riesgo latente de que la realidad le reviente en la cara al momento de que la gente pregunte ¿qué puede ofrecer para combatir a la delincuencia si en el estado que gobernó ésta se incrementó en forma alarmante en sólo seis años?
Hoy por hoy el clima de violencia en el que nos desenvolvemos los mexicanos todos los días nos coloca como “el país más letal del continente para los periodistas” según Reporteros Sin Fronteras, pero no sólo para los periodistas, para cualquiera que pase por la calle al momento de un atentado o un ajuste de cuentas.
El verdadero reto no es hacer magnas obras, el reto es no perder el control de una población cada vez más violenta.

israel.martinez@milenio.com