Un fantasma en Lerdo 300 / Columna

De medios y otros demonios

Un fantasma en Lerdo 300

J. Israel Martínez Macedo

Hay un espectro que comienza a rondar en los pasillos de Lerdo 300, en la capital del Estado de México, y fue despertado por una pregunta: ¿habrá llegado Enrique Peña Nieto a su tope en cuanto a imagen se refiere?
La duda no es menor. Las aspiraciones del mandatario estatal a la Presidencia de la República no son desconocidas del país -aunque él insista en que no tomará la decisión hasta 2011-, la realidad es que las piezas del ajedrez político se terminan de acomodar para el momento de jugarlas.
Algunos asesores comienzan a cuestionarse si Enrique Peña tocó su cenit o aún puede crecer. No es un asunto de posicionamiento para contratar más comerciales, es mero tema de competencia.
La cuestión es muy sencilla. Si bien las piezas están siendo colocadas sobre el tablero, las jugadas que definirán al próximo residente de Los Pinos aún no comienzan.
El temor radica, fundamentalmente, en que la imagen del gobernador mexiquense se estanque y comience una peligrosa caída en la curva al mismo tiempo que alguno de sus rivales consiga el efecto contrario, es decir subir en popularidad; esto conjugado con factores como campañas negras y legales, así como el “fuego amigo”, podrían significar el fin del sueño.
La estrategia en estos casos parece ser muy simple: sacarlo del reflector. Las apariciones públicas de un mandatario son elementos inherentes del trabajo, publicitarlas con su imagen no.
Si los rumores sobre el temor son ciertos, en las próximas semanas y tal vez por algunos meses estaremos viendo información sobre el Estado de México sin que se mencione al mandatario, algo ocasional sobre una reunión o quizás algún discurso pero nada más, terminados los informes municipales y hasta el día de hacer el propio, en septiembre: nada del gobernador.
El desgaste que sufrió el mandatario durante la contienda electoral pasada fue tal que la gente está saturada de Peña Nieto, por lo que es necesario “guardarlo” un rato hasta que se pueda continuar con una estrategia de posicionamiento positivo en medios y que la gente no busque “caras nuevas”.
Si Enrique Peña ha alcanzado su punto más alto, la estrategia mediática buscará mantenerlo ahí. El problema es que no es algo sencillo de conseguir y por lo menos, en mercadotecnia política, los intentos han sido infructuosos; al llegar a su punto más alto los actores se desbarrancan y difícilmente vuelven a levantarse, ahí están Fox y AMLO como ejemplos.
El ascenso del mandatario estatal a la escena nacional durante las elecciones pudo granjearle algunas alianzas temporales al interior de su partido que no necesariamente signifiquen apoyos en el momento de la decisión definitiva y el costo ha sido la saturación de su imagen con la gente.
El triunfo arrasador del PRI en el estado puede ser contraproducente al mandatario porque cualquier falla en las administraciones municipales será traducida por el imaginario colectivo como una falla del gobernador y eso significará posibles votos en tres años.
Comienza la etapa crítica en la imagen del gobernador. Hay muchos intereses involucrados y con ello negocios futuros en juego, los compromisos asumidos (no los de campaña, los “otros”) comienzan a pesar y la posibilidad de cometer errores es más grande.
¿Se desinflará el gobernador antes de llegar a la meta justo como ocurrió a su antecesor, Arturo Montiel? Es el fantasma que se pasea ya por los pasillos de Palacio de Gobierno, ¿se convertirá en un monstruo visible y tangible? Usted ¿qué opina?

israel.martinez@milenio.com