De medios y otros demonios
¿Por qué exigirle a Julio Scherer?
J. Israel Martínez Macedo
Fuera de toda proporción, la crónica del encuentro entre el periodista Julio Scherer García y el narcotraficante Ismael “Mayo” Zambada, presentada por el semanario Proceso en su edición de la semana que concluye, causó un gran revuelo en los medios a nivel mundial.
El diario español, El País, publicó un artículo firmado por la directora del departamento de Comunicación de
La imagen de Julio Scherer en el periodismo es mítica. Su historia al frente de aquel Excelsior que hacía honor a su nombre y la forma en que, junto con otros no menos connotados de este oficio, dio vida a Proceso le han granjeado una imagen muy particular en el medio.
Irreprochable actitud al aceptar la entrevista. ¿Quién que se diga reportero -ya no digamos periodista- se negaría a una oferta de tal magnitud? La posibilidad de tener cara a cara a un entrevistado así no se presenta todos los días y debe aprovecharse.
Zambada buscó a Scherer porque quería conocerlo, no porque deseaba darle una entrevista, posiblemente para enviar un mensaje. ¿Capricho de narco o intención velada? El periodista accedió esperando, deseando, lo que todos en su lugar: la entrevista del año.
Como la situación ameritaba, aceptó los términos de la reunión. La clandestinidad estaba sobreentendida.
Uno y otro se reconocieron, entablaron la conversación, la que no pasó de eso: una plática, una charla, si se permite la expresión, “de café”.
Más allá, nada.
Pudo haber sido y no fue.
La entrevista se perdió ante un entrevistado que tuvo el control de la situación desde el primer momento, desde el punto en que fue él quien propició la reunión.
El reportero de mil batallas se reveló a sí mismo impresionado, impactado por la forma en que se mueve ese universo del narcotráfico. Precisó su observación respecto a la pérdida de voluntad por parte de su acompañante, aquel que lo llevó de principio a fin ante Zambada, aquel que no hizo más que obedecer órdenes.
Así lo narró, lo presentó en el texto. Palabra por palabra, frase por frase Julio Scherer dejó evidencia no sólo de lo que ocurría sino también de lo que sentía.
Ñañaras, emoción, acaso temor o impaciencia. El periodista dejó en su relato el aroma lo que el momento, la situación, las historias de cómo opera la delincuencia organizada en México le hacían sentir.
Obligado por la profesión, intentó preguntar, realizar la entrevista soñada. No pudo, el narcotraficante dijo lo que quiso decir, rechazó hablar de lo que le causaba malestar. Derecho del entrevistado, cierto, pero obligación del periodista: la repregunta, ¿dónde quedó la repregunta?
Sobrados fueron los comentarios durante la semana. Fans evidentes y detractores declarados dieron su punto de vista. Coincidencias y desavenencias inundaron cada espacio de expresión. Desde los medios tradicionales hasta los más recientes, Julio Scherer fue el tema y con ello víctima de su enseñanza, de su influencia en este oficio: el reportero no es la nota.
Habría espacio para el reclamo: “Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, pero también miente”. El narcotraficante disparó directo al corazón del orgullo del periodista y no hubo ráfaga de respuesta. Por primera vez en lo que se conoce de ese tema, no la hubo.
Originó un debate como pocas veces ocurre. Cuestionarse sobre la labor periodística en México es poco común porque se prefiere evitar el tema, “verse en el espejo” no es algo que el periodista acostumbre, al contrario incomoda.
No se cuestiona la trayectoria, esa está respaldada por la historia. Deseable cuestionar ante uno de los pocos que puede dar respuesta cierta: ¿por qué matar periodistas por hacer su trabajo: informar? Preguntas esperadas que nunca llegaron, que no se escribieron, que nunca ocurrieron. Eso es lo que se reclama y critica, lo que se debe exigir a un periodista de la estatura de Julio Scherer, porque a final de cuentas es lo que se debe exigir del periodismo mexicano.
israel.martinez@milenio.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar, responderé a la brevedad posible.
J. Israel Martínez Macedo