La esencia de Tv Mexiquense / Columna

De medios y otros demonios

La esencia de Tv Mexiquense

J. Israel Martínez Macedo

La última semana de 2011 y la primera de 2012 estuvieron marcadas, en materia de medios, por el reclamo de Porfirio Muñoz Ledo tras la cancelación de su programa “Bitácora mexicana” de Televisión Mexiquense situación que se hizo pública a través de un artículo en la revista Proceso.
Vía Twitter y Facebook, circuló el artículo, una introducción del trabajo que se publicó en la edición de esta semana de la revista; cinco párrafos que prometían un nuevo escándalo de comunicación en la entidad: nada más lejos.
El problema inicial es la confusión que se generó por el mal uso de un concepto en el artículo. Al inicio señala “en el sistema de medios públicos del Estado de México, que recibirá una ampliación presupuestal para el nuevo año, ya no hay lugar para la barra de opinión y análisis”.
De entrada, el Sistema de Radio y Televisión Mexiquense no es un medio público sino estatal y esto no es una arbitrariedad o consideración personal, Raúl Trejo Delarbre, en las discusiones y deliberaciones realizadas en distintos foros sobre medios de comunicación señala que se pueden identificar tres aspectos para considerar un medio “público”:
1) Financiamiento total o parcialmente cubierto con recursos fiscales. 2) Autonomía funcional respecto de los gobiernos en turno. 3) Formas o espacios de consulta y/o retroalimentación con la sociedad. Si bien el Sistema de Radio y Televisión Mexiquense cumple con dos de los tres requisitos, no lo hace en cuanto a la “autonomía funcional respecto a los gobiernos en turno”.
Esto hace de Mexiquense una televisora estatal, sujeta a los designios y condiciones que la administración gubernamental en turno desee implementar, desde la estrategia administrativa hasta las políticas editoriales en las que se basa la determinación de crear, continuar o dar fin a una producción.
Así, si la administración gubernamental del Estado de México decide crear, mantener o poner fin a una emisión; el sistema de radio y televisión debe obedecer esa indicación.
Esto significa que no se rompe con ningún esquema establecido ni representa alguna infracción o ilegalidad, como bien puede leerse en el texto completo que se publica en la revista y que difiere en sentido respecto al que se difundió en internet.
Los que sí se puede leer es que el único que se quejó por perder su espacio es Porfirio Muñoz Ledo, quien desdeña el trabajo cuando no es el suyo en una declaración que no se destacó en internet: “Ahora quieren hacer una televisión ranchera, provinciana, con infoentretenimiento como en la televisión comercial, y otros que se llaman programas identitarios para promover las tradiciones mexiquenses. Aspiran a entretener sentimientos locales y elementales”.
Quizás los del Estado de México, los nuevos conductores que habrán de cubrir los espacios que dejarán los programas que salen del aire, no estén a la altura del ameno comunicador Muñoz Ledo, pero eso no le da derecho a descalificar producciones, mucho menos sin conocerlas y sólo porque se realicen fuera del DF. El centralismo mediático ochentero en toda su expresión.
El punto del problema no es si se termina o no el ciclo de una producción, sino ¿cuáles son las políticas culturales y de comunicación en las que el gobierno del Estado de México basa sus decisiones editoriales? ¿Alguien las conoce? ¿Existen? Porque de ello deriva qué es lo que el gobierno mexiquense quiere comunicar. A final de cuentas esa es la esencia de Radio y Televisión Mexiquense.

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