Un día en el país de no pasa nada / Columna

De medios y otros demonios

Un día en el país de no pasa nada

J. Israel Martínez Macedo

Un día, ocurrió algo sin precedentes, un Presidente azul sustituyó a otro de forma consecutiva, claro, no faltaron las descalificaciones de los amarillos, quienes se sentían ganadores aún sin llegar a la elección.
Esta misma situación generó desconfianza en el ganador, el nuevo Presidente azul no se veía fortalecido, sus propios compañeros azules, comenzaron a querer imponerle sus condiciones. De nadie fue desconocido que el líder de este grupo y él no tenían buenas relaciones.
El nuevo Presidente sabía que debía ganarse la confianza de la gente, demostrar que no había más Presidente que él. Inició ganándose las simpatías de los militares, no fue fácil, pero tampoco difícil, comenzó con aumentos salariales y terminó con más apoyos, pero a cambio los enfrentó a una guerra sin cuartel contra el narcotráfico, una batalla en la que todo parecía salirse de control.
Sin el apoyo de los azules, quienes fueron los primeros en demostrar que no trabajarían de manera armoniosa con el hombre al que llevaron al poder, el Presidente se dio cuenta de que necesitaba un partido con el cual gobernar y que lo apoyara en el Congreso. No fue complicado encontrarlo.
Halló que los tricolores aún cuentan con un sistema en el que el mandatario del país es quien toma la última palabra, pero además, encontró en ellos un grupo lleno de ambiciones, fragmentado y ansioso de “negociar”. Hicieron una primera prueba: la aprobación de una ley a cambio de la exoneración de un ex Presidente tricolor. Todo se concretó.
El Presidente se dio cuenta que no es necesario gobernar con el apoyo de los azules, que lo podía hacer con los tricolores y que, además serviría para ir menguando la fuerza de sus correligionarios rivales.
Así llegó la primera elección interna en un lejano estado, los azules buscaron repetir los mecanismos que llevaron a la victoria al Presidente, pero también incurrieron en las viejas prácticas. Algunos pensaron que si los azules perdían sería una derrota para el Presidente, sin embargo no era así, sería una derrota para los líderes azules que se empecinaron en imponer a su aspirante.
El nuevo revés a los azules los debilitaba, no así al mandatario que consolidaba su relación con los tricolores. Ahora debía recuperar el control de su grupo, no sólo por la imagen, sino porque no sabía por cuánto tiempo más podría seguir confiando, y utilizando -¿por qué no?- a sus nuevos aliados.
Comenzó por abajo, por los comités estatales, iniciaría con el del estado más cercano, inició las negociaciones al interior del grupo azul para recuperarlo y sacar, de una vez por todas, a sus rivales.
Habló con uno de los aspirantes a dirigir la entidad, un ex alcalde de la capital. La reunión se dio en buenos términos y el avalado por el presidente salió fortalecido con el apoyo, de facto, de un senador, un ex aspirante a la gubernatura, un diputado federal, y 48 “amarres” con consejeros locales.
Así, el Presidente comenzó con el trabajo para recuperar su grupo, sin embargo, ayudado por los tricolores, continuaba con la labor para eliminar a sus rivales, entre ellos su antecesor.

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