En Ocuilan, comunidades enteras de talamontes / Nota

Tensión social en el municipio

En Ocuilan, comunidades enteras de talamontes

Por su propia seguridad “aquí nadie se mete con nadie”, señalan vecinos

Israel Martínez – Ocuilan

No se trata de un par de grupos o familias ni de “celulas” que operan en los bosques de la entidad, mucho menos de campesinos que recogen la madera seca del suelo. En realidad se trata de comunidades enteras que se dedican “profesionalmente” a la tala clandestina en la entidad. Así lo dicen, siempre lo han sabido, habitantes del municipio de Ocuilan quienes afirman que la autoridad no hace nada por combatirlos.
Luego del ataque a la sede del ayuntamiento durante la madrugada del domingo, cuando un vehículo en movimiento disparó en contra de unidades de seguridad y rescate municipales, dejando el mensaje de que se terminen los operativos.
Sin embargo este lunes se vivía un ambiente de tensa calma en la presidencia municipal de Ocuilan, los vehículos objeto de la agresión fueron acordonados y se mantienen al frente de la sede del gobierno local, como fiel testimonio de la “ley del talamonte”.
La gente está acostumbrada, no le asombra una balacera, para los habitantes de esta localidad del sur de la entidad no es desconocido que se trata de las mismas personas que depredan los bosques en absoluta impunidad, “son los de Santa Lucía -dicen y agregan-, bueno no todos, ya ve que por algunos se quema a todos, pero sí son como el 50 o 60 por ciento de los de allá quienes se dedican a eso”.
Es información del conocimiento público, no es desconocido para nadie.
Ocuilan comparte con Xalatlaco una de las zonas boscosas más importante de la entidad, pero con ello, también sufre el mismo mal: la tala clandestina.
Es una comunidad eminentemente rural, la gente aún se dedica en su mayoría a la siembra, y a la cría de ganado bovino en menor cantidad.
El contraste es sensible a simple vista. Casas hechas con corteza de madera conviven, en ocasiones pared con pared, con construcciones amplias, decorados al más libre gusto de su propietario, aunque por su propia seguridad “aquí nadie se mete con nadie”.
De las autoridades, únicamente buenas intenciones. Los militares, según los propios habitantes, sólo llegan a ver, se dan una vuelta por el monte y se vuelven a desaparecer; la subprocuraduría de Ixtapan, brilla por su ausencia; la ASE, sólo cuando vienen con los inspectores de Probosque.
Sobre los avances en la investigación de Aldo Zamora, hijo del responsable de Bienes Comunales en el poblado de San Juan Atzingo, Idelfonso Zamora, sus familiares aseguran que no se sabe nada, que la subprocuraduría de Ixtapan no les ha informado sobre ningún avance.
En su casa todavía están las sillas, mesas y candelabros del funeral, se sabe fresco el dolor de la familia. Se escuchan las quejas impotentes ante una autoridad inoperante: “lo que queremos es que este homicidio no quede también en la injusticia”.