Cofipe por nombre, pero ¿y el apellido? / Columna

De medios y otros demonios

Cofipe por nombre, pero ¿y el apellido?

J. Israel Martínez Macedo

Román y Sabrina, que la felicidad sea eterna

La reforma al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) se ha consumado y es difícil creer que los legisladores que votaron a favor de la reforma llegaron a conocer realmente los alcances y motivaciones que se encuentran detrás.
El pleno de la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados federal cuestionó en el dictamen que existan “voces que persisten en confundir a la sociedad con falacias, que en nada corresponden al sentido y alcance de las normas constitucionales aprobadas, ni de la reglamentación que se propone del Cofipe”. Y tienen razón, esas voces salen de San Lázaro.
Haciendo un análisis general de lo que el Cofipe representa, todo apunta a que las reglas del juego se han acomodado para que las contiendas electorales ya sólo sean entre dos y no más contendientes, además de que eliminan la posibilidad de intervención en la propaganda electoral a cualquiera que no sea un partido político.
En realidad todo esto apunta aparentemente a que los tres grandes partidos serán los grandes beneficiarios, pero en realidad no es así. Las últimas contiendas electorales han dado cuenta de que las alianzas con los partidos pequeños sirvieron para inclinar la balanza, pero en los casos más extremos, eran la única respuesta contra una aplastante ventaja.
Los partidos que más han participado en alianzas, recientemente, son PRD-PT-Convergencia y PVEM que se ha alternado el apoyo a veces con el PRI y en otras con el PAN. El no permitir las coaliciones, debilita al PRD, fortalece al PRI y deja en el aire las posibilidades reales del PAN.
De igual forma, la negativa de acceso a la propaganda electoral para los empresarios, y para cualquier ciudadano con posibilidades de pagar un anuncio publicitario en medio electrónicos, de tratar de influir en apoyo al partido de su preferencia o conveniencia, insisto en la pregunta ¿a qué le temen los diputados si es una práctica común en cualquier parte del mundo?, simplemente por dar un ejemplo en Estados Unidos, una buena parte de las campañas electorales se están pagando con “donativos”, en gran medida de los hombres de negocios, y cada vez menos o sin apoyo económico gubernamental.
Según los diputados que conforman la citada comisión “no existe una sola norma, una sola disposición que pueda ser tachada de contraria a la libertad de expresión”, pero si esto fuera cierto no habría necesidad de que el IFE anuncie la “capacitación” de comentaristas de radio y televisión para evitar que infrinjan las leyes aprobadas con la reforma electoral.
Igualmente el mayor beneficiado de esta condición es el PRI, recuérdese que en más de una elección fue a través de investigaciones periodísticas que sus aspirantes a candidatos y candidatos en campaña perdieron credibilidad al darse a conocer casas por todos lados o manejos de dinero poco claros en sus tiempos como gobernantes.
También es necesario recordar que el PRI ha sido de los menos favorecidos con el apoyo de los empresarios a sus campañas, en parte por el descrédito que el partido obtuvo con las revelaciones periodísticas, siendo el PAN el que más se observaba beneficiado del apoyo de los hombres de dinero del país, seguido del PRD, que recibió los favores de inversionistas que fueron alejados de las cúpulas empresariales.
En suma, esta reforma lleva un nombre: Cofipe, pero por apellido bien podría ser tricolor. Es una reforma hecha a modo para que, en las condiciones actuales, el PRI recupere terreno perdido y pueda regresar a Los Pinos, no se ve por dónde los demás partidos puedan construir una estructura para ganar por sí solos.
Al tiempo veremos los resultados de esta nueva reglamentación, sólo por no dejar ¿recuerda quién es el senador que propuso la reforma, la planeo, la cabildeó y la concretó?, ¿recuerda si éste tiene aspiraciones presidenciales para 2012?, ¿a qué partido pertenece y lo abanderaría para esa contienda?
A lo mejor la mejor forma de llamarle a la reforma bien podría ser… no sé… “reforma Beltrones”.

israel.martinez@milenio.com