Un fin muy caro / Columna

De medios y otros demonios

Un fin muy caro

J. Israel Martínez Macedo

Desde el sábado 19 y hasta hoy se llevó cabo el llamado Buen Fin, una propuesta de la iniciativa privada que, en el discurso, busca promover la reactivación económica del país y en la que se involucró al gobierno federal y a 70 medios de comunicación que integran Iniciativa México para darle difusión.
Las tiendas se llenaron de promociones dudosas, los centros comerciales se volvieron opción con ofertas más creíbles que las tiendas de línea o especializadas y los grandes ganadores fueron los “revendedores” que adquirieron productos que podrán sacar a precio normal en diciembre.
Los cazadores de ofertas salieron a las calles con el único objetivo de aprovechar el que se anunció como el fin de semana más barato del año sólo para regresar decepcionados de que los descuentos no alcanzan los niveles de los fines de temporada, las liquidaciones o las ventas nocturnas que las mismas tiendas suelen organizar indistintamente en el año.
En algunos casos, los compradores denunciaban que los comerciantes habían aumentado el costo de sus productos hasta en 30 por ciento para después anunciar ofertas de 15 y hasta 20 por ciento en dichas mercancías.
Aún así la gente abarrotó las tiendas y centros comerciales. Electrodomésticos, ropa y juguetes fue lo más comprado durante este fin de semana de descuentos. La gente recurrió al cargo a la tarjeta porque, efectivamente, el dinero brilló por su ausencia.
Los empresarios, promotores de la medida, bajaron sus precios pero no adelantaron aguinaldos (o partes proporcionales de los mismos) a sus trabajadores.
El presidente Felipe Calderón anunció con bombo y platillo que habría dado instrucciones para que se liberaran recursos con el objetivo de adelantar a los empleados federales una tercera parte de su aguinaldo de este año… no ocurrió así.
En todo el país los empleados del gobierno federal estuvieron comentando en Twitter y Facebook que no les habían entregado ningún adelanto de aguinaldo como lo anunció el Presidente. Simplemente vieron pasar las oportunidades porque el gobierno no cumplió con lo prometido.
Pese a todo, la publicidad hizo su parte y colaboró con el cumplimiento del objetivo. En mucho sirvió que la gente no sepa de los precios porque así se compró la idea de que gastó el dinero que no tiene, en cosas que no necesita y por motivos que desconoce, eso sí: muy barato, muy barato.
Esperemos que la resaca de esta fiesta de compras no llegue demasiado pronto y que la cuesta de enero no se adelante a diciembre. Por cierto, no está de más echarle un ojo al estado de cuenta de la tarjeta, no vaya a ser la de malas que en una de esas, en un fin de semana se gastó el trabajo de los próximos 12, 24 o 36 meses, aunque claro, sin intereses.
Más grave aún sería que con una alta taza de desempleo, una crisis mundial en ciernes, sumado al pago de “dinero en plástico”, lleguemos a un punto en el que las deudas de este fin queden sin saldar por gente sin dinero ni trabajo llevando a la descapitalización bancaria, aunque eso, seguro, se previó por los brillantes economistas del gobierno federal ¿o no?

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