Cuestión de fe o qué cosas tiene la vida, Mariana / Columna

De medios y otros demonios

Cuestión de fe o qué cosas tiene la vida, Mariana

J. Israel Martínez Macedo

La semana mayor de la fe católica tuvo un toque especial, digamos, curioso para los observadores: el día más importante de su celebración (el viernes santo) concurrió con un día cívico (el aniversario del natalicio de Benito Juárez) y con el tradicional viaje a las pirámides más cercanas para “recargarse” de energía.
La idiosincrasia del mexicano es en extremo compleja, tradiciones antagónicas como la prehispánica y el catolicismo convergieron en la costumbre.
Para los católicos recalcitrantes, acudir a los templos en donde nuestros antepasados celebraban ceremonias a los dioses para garantizar un año de buenas cosechas, es simplemente impensable.
Ignotos de que esa costumbre no es sólo de los aztecas sino de los mayas, druidas, egipcios, y las más avanzadas culturas del mundo antiguo que consideraban el equinoccio de primavera como el más importante de sus tradiciones, simplemente ríen por no creer en que algo distinto a s cosmovisión es posible.
Ellos se enfocan en el sufrimiento, en el empalago de rezos y oraciones que por cuatro días han de realizar para recordar la tortura de que fue objeto el Dios que veneran, esperando que, como cada año, llegue el momento máximo de su fe, la resurrección, el día en que el “hijo del hombre” venció a la muerte.
Para los creyentes de la energía cósmica, de un mundo en donde la renovación es parte fundamental de la dualidad de vida y muerte, las risas y falta de fe de los católicos pasan a segundo término y se concentran en los templos para solicitar al astro sol los ilumine y llene de energía para un nuevo ciclo.
Nada de sufrimiento porque se trata de la renovación, del fin de un proceso de crecimiento que duró un año solar y que se renueva en este equinoccio con el fin de mantener la tradición ancestral.
Pero también hoy, aunque bastante olvidado, se conmemora un aniversario más del natalicio del Benemérito de la Américas, Benito Juárez García, ex presidente mexicano que, según narra la historia, logró salir de Guelatao, Oaxaca, para llegar a la presidencia de México y quedar en la historia como uno de los más grandes próceres del país en el siglo XIX.
Tristeza dio ver que muchos de los autodenominados juaristas en el estado como Víctor Humberto Benítez Treviño, ni siquiera hicieron el intento de conmemorar este día que bien pudieron recordar los secretarios particulares de las dependencia, que al fin ya al cabo, para eso están; o que otro como Andrés Manuel López Obrador, sólo uso el día para montar su espectáculo de wana be president y tomarse la foto en una guardia que más que de honor fue del “no me olviden”.
Pero en fin, que después de todo, las tres representaciones convivieron en el México de hoy, donde algunos salieron muy temprano a cargarse de energía y poder llegar a las 15:00 horas al cerro de la estrella en Ixtapalapa, que haciendo las veces de Gólgota sirvió como escenario para la representación más concurrida de todo el país de tortura y muerte de Jesús, y regresar a ver las noticias en donde aparece la imagen de Calderón en el Hemiciclo a Juárez.
Total que buscándole y rebuscándole, así como queriendo encontrar, podría hallarse ese punto de encuentro entre los tres sucesos del día de ayer que le darían sentido a las distintas celebraciones por un mismo pueblo: la renovación del espíritu para continuar y vencer en la cotidiana lucha del bien contra el mal; la victoria de un Dios terrenal sobre la muerte, que siempre acecha, como muestra de esperanza; y el ejemplo de una vida que con base en la peducación y deseos de superación llevó a un niño oaxaqueño, del campo a la presidencia de la República.

israel.martinez@milenio.com