"Escribir sale del alma, los otros medios son aparatos, son máquinas"

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Gabriel García Márquez

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lunes, 21 de marzo de 2011

Publicistas y mártires / Columna

De medios y otros demonios


Publicistas y mártires


J. Israel Martínez Macedo


El periodismo se reinventa todos los días, de no hacerlo, la actividad se convierte en víctima de sí. Su función básica es informar pero se complementa con el análisis de distintos puntos de vista que ponen a debate temas de interés para los diferentes sectores de la sociedad.

De vez en cuando, el observador de todo y de todos tiene que voltear la mirada a sí mismo para verse en su funcionamiento como parte de esa sociedad resultando de todo ello una serie de temáticas que terminan por integrar sus criterios de evaluación.

Dentro de estas temáticas hay dos de necesaria revisión: la primera, a raíz del proceso electoral y todo lo que el deviene, el comportamiento del periodista como amigo de los funcionarios o políticos; la segunda, por lo ocurrido en Japón y Libia, hasta dónde debe correr riesgos un reportero para obtener la información.

En el primer caso el debate es y debe ser permanente; sin embargo, recobra fuerza e interés en momentos en los que se ponen a prueba los criterios básicos del periodismo y se recurre al intento de influir en el electorado a través de la manipulación de la credibilidad mediática.

El conflicto se presenta por una simple razón: El periodista debe informar, el amigo debe apoyar, así el periodista se vuelve un inevitable denunciante, el amigo se vuelve un incondicional cómplice. Una y otra formas de actuar se confrontan una con la otra conformando uno de los dilemas éticos más estudiado de la deontología del periodismo.

En el segundo, una cuestión que se trató y discutió en México a raíz de la lucha contra la delincuencia organizada y el riesgo inminente en que se encuentran los reporteros, renace de la mano de un peligro totalmente distinto: la radiación en Japón y la guerra y revuelta en Libia y Egipto.

La crítica es severa para quienes optan por abandonar las zonas de alto riesgo para garantizar seguridad pero también para quienes se mantienen poniendo, innecesariamente, su vida en peligro bajo el argumento de “si el reportero muere: ¿quién informa?”.

Ambas cuestiones implican problemas severos que vale la pena reconsiderar. El periodista militante se vuelve propagandista o publicista de dicha militancia pero más grave es el periodista amigo que por consecuencia se transforma en cómplice y defensor irrestricto faltando a un principio fundamental de su quehacer: el cuestionarlo todo.

El reportero que huye de una zona de información por garantizar su seguridad tiene una opción, un punto medio, encontrar una zona de seguridad para seguir informando. Por lo menos es la coincidencia a que se ha llegado en este debate.

No ser publicista pero tampoco mártir son de los puntos más complicados del periodismo, el reportero se prepara diario para ello y; sin embargo, caer en ello es lo más común que se encuentra en los medios.


@Mega_J_Israel_M

israel.martinez@milenio.com

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J. Israel Martínez Macedo

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