Cartas suicidas / Columna

De medios y otros demonios

Cartas suicidas

J. Israel Martínez Macedo

De todas, todas; la decisión de enviar una carta a los rivales en la contienda electoral del 3 de julio por parte de Eruviel Ávila y su equipo fue un rotundo error que quedará en el anecdotario sobre el inicio de su gestión pero que en este momento deja más dudas que certidumbres sobre el futuro gobernador.
El acercamiento con los candidatos no puede ser entendido como un vinculo con los partidos que los abanderaron por un simple y llano motivo: ninguna de las dirigencias estatales pudieron hacer algo para evitar que les impusieran un candidato; o lo que es lo mismo: los candidatos que contendieron contra Eruviel no representan los intereses de quienes dirigen a la oposición en el estado.
Si la intención era ir tejiendo una relación de seda con quienes serán la oposición, el camino no fue el más apropiado.
Quizá la jugada era empezar a ganarse a ese electorado que votó por Bravo Mena y Encinas enviando el mensaje de que hay interés en las propuestas que se quedaron en el aire pero, ¿qué mensaje se le envía a la gente que sufragó por la propuesta ganadora? ¿Qué necesidades tienen prioridad? ¿Abrirá espacio para colaboradores de oposición en su gobierno?
Y ni qué decir de la exhibida que le pusieron panistas y perredistas “de a gratis”, al responderle —con toda razón— que no son los tiempos ni las formas para entablar un diálogo entre los contendientes.
En este momento la imagen del candidato priista es esa: que sigue siendo un candidato, que “está verde”, que no conoce los tiempos y formas de la política mexiquense; todo preocupa en más de un círculo, no sólo del tricolor sino de la política en general.
Es difícil creer que el priista no sabía sobre el envío de las cartas a su nombre, imposible pensar que quien ya debe estar en el proceso de configuración de quiénes integrarán su gabinete y su plan de trabajo a seis años, se haya distraído de ello para llamar a sus contrincantes a sumarse a su propuesta sólo para “mejorar” su imagen.
Además la justificación “lo hago porque lo había comprometido en campaña” da mucho más qué pensar, como que no lo hizo porque haya una intención de incluir sus propuestas o de escuchar lo que tengan qué decir o de buscar un acercamiento con la oposición, sino sólo porque “lo comprometió en campaña”.
El movimiento fue un total y rotundo error, no agradó ni a sus seguidores quienes se sorprendieron de tal acción. Para suerte del candidato priista el asunto no tuvo mayor revuelo en la opinión pública y pasó casi desapercibido gracias a otros factores coyunturales sobre el proceso de 2012.
Si esa va a ser la tónica de la siguiente administración, los priistas deben andarse con pies de plomo y esperar que pase… cualquier cosa, claro, llegará el momento en que, si todo sale como lo esperan, desde Los Pinos vengan los correctivos y los “estatequietos” que, extrañamente, no han aparecido… aún.

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