De medios y otros demonios
Efecto mariposa
J. Israel Martínez Macedo
La delgada línea que separa a los medios de los políticos fue rebasada en México los últimos años. Tradicionalmente se decía que los medios fungen como un cuarto poder, otros insisten en que su función debe ser más la de un contrapoder; en cualquier caso ambas coinciden en que deben mantener distancia en su relación con los Poderes.
Normalmente se cuestiona —y mucho— cuando un medio, un periodista, el conductor de un informativo; acerca demasiado su relación a la figura de un político, un partido, un gobierno o un Poder del Estado pero entre pares a veces prefieren “dejar hacer, dejar pasar”.
El tema no es sencillo porque se desenvuelve en un ambiente delicado en el que las relaciones medios-política tocan y trastocan los límites entre las relaciones trabajo-amistad pero se vuelve trascendental porque el afectado es el lector, el televidente o el radioescucha que sospecha de este vínculo y pierde la confianza en el medio.
El problema es que la desconfianza orilla a un sentimiento de soledad, de individualidad, la persona ya no se siente parte de nada, todo le molesta y piensa que todo está mal porque simplemente ya no cree que pueda ser de otra manera.
El medio es responsable de que la persona se haya individualizado en su forma de ser, de sentir o de pensar, pero sobre todo, que deje de ser parte de la sociedad a la que pertenece, que no tenga vínculos que lo unan a los demás o que no haya identidad (más precisamente: identidad nacional).
El fenómeno genera un excelente caldo de cultivo para el desarrollo de delincuencia, violencia, impunidad y cualquier otra situación que termina revirtiéndose contra la propia sociedad. La gente sólo se preocupa por estar bien, por no tener conflictos con otros o que esos conflictos no le afecten, por no ser víctima de la delincuencia, por tener qué comer y porque los demás no lo fastidien.
Esa forma de ver las cosas termina por generar un lugar en el que la impunidad se desarrolla sin problema porque a nadie le importa el caso en tanto no le afecte directamente, de tal forma que todo puede suceder siempre y cuando “a mi no me haga nada”.
En ello radica la responsabilidad de los medios, el cuidar la sana distancia con los políticos y los partidos es mantener esa esencia de contrapoder, de respetar los límites entre el trabajo y la amistad. No significa que un periodista no pueda ser amigo de un político, significa que un periodista no debe dejar que esa amistad influya en su trabajo y que sea capaz de informar, aún cuando esta información afecte a su amigo el político: “no es personal, es trabajo”.
Complicado, por supuesto, pero la necesidad de cumplir con la sociedad lo reclama, lo exige, los medios también son responsables de la situación que se vive en el país, una especie de “efecto mariposa” cuya implicación radica simplemente en actuar apegado a los cánones dejando la amistad en un lugar y el trabajo en otro, cada cual en su justo sitio, nada más.
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J. Israel Martínez Macedo